La leyenda está fechada en el año 1562 y nuestro
protagonista tiene nombre y apellidos. No se trata en esta ocasión en uno de
estos relatos que se pierden en las profundidades del tiempo y la mitología.
Nuestro protagonista se llamaba Ángel Domingo Ribarés y era
vecino de la población de Arascués.
Domingo estaba prisionero en una cárcel de Argel.
Las terribles prisiones de la época |
Era tenido
como un preso bastante peligroso y lo custodiaba siempre un moro, el cual
estaba encargado de torturare un rato todos los días.
Además nuestro protagonista estaba las veinticuatro horas
cargado de grilletes y cadenas tanto en manos como en pies como alrededor de su
cuello.
El moro encargado de su custodia le hacía padecer las mil y
una torturas. Desde no dejarlo dormir hasta arrancarle las uñas y echar limón y
sal en las heridas infectadas. Con ello conseguía cauterizar las llagas y que
el prisionero no muriera acusa de la infección. Así, podían seguir torturándolo
de por vida.
Ángel Domingo no podía más. Estaba a punto de rendirse al
enemigo y rezó.
Más que rezar. Imploró a la Virgen de su pueblo.
Le suplicó fervorosamente que le concediera la libertad y de
repente… se obró el milagro.
Antes de que nadie se diera cuenta de nada, en un abrir y
cerrar de ojos, Ángel apareció a las puertas de la ermita de la Virgen de la
Oliva. Allí. Con sus cadenas, sus heridas, sus esposas, sus grilletes e incluso
el moro que lo custodiaba.
Al moro le fue perdonada la vida pues abrazó la fe cristiana
al ver semejante prodigio, como no podía ser de otra manera.
Ermita de la Virgen de la Oliva... |
...donde se produjo el milagro |