sábado, 20 de junio de 2015

Los fantasmas de Lécera, Letux y Lagata

Eran muy buenos tiempos. Sin odios ni rencores. Nadie entendíamos nada de política, ni tampoco nos interesaba ni hacía falta. Luego llegó la guerra... y se lo llevó todo.
Emilia Lázaro

Corría el año 1932, en Zaragoza.
Una vida feliz y muy rural. Aragón seguía siendo una de las comarcas más rurales y más sencillas de España. No pobre por ello, pues los aragoneses a fuerza de trabajo y tozudez siempre consiguieron mantener un estatus de región trabajadora.
Pero donde hay gente sencilla, hay "espabilaos" y donde hay gente simple, hay miedos y sobre todo miedo a lo desconocido.
En el verano de 1932 en varios pueblos pertenicientes a la comarca del Campo de Belchite... llegó un fantasma. Y actuó especialmente en las poblaciones de Letux y Lagata.

Conjunto histórico de Letux
"El fantasma de la carretera" como le llamaban al espeluznante ente, medía más de dos metros y medio de altura, iba envuelto en un blanco sudario. Inmaculado.
Y se presentaba en algunas noches, bajando por la carretera, con toda su alzada, envuelto en su sudario, se acercaba el ente hacia la población.
"¡¡ EL FANTASMA, EL FANTASMA !!", gritaban los aterrorizados campesinos y huían todos a esconderse en la seguridad de sus casas de piedra, echando el cerrojo o poniendo maderos en las puertas. Para no salir ya hasta bien entrada la mañana.
En la población de Lécera por ejmplo, el caso del fantasma alcanzó tal grado de popularidad que quedó inmortalizado en una calle del pueblo.

Iglesia de Lécera

Quien les habla

...la prueba !!

Se dice que ni tan siquiera la Guardia Civil se atrevió jamás en ir en busca del misterioso fantasma.
A la mañana siguiente los vecinos al salir de casa, podían encontrarse con la puerta del corral quizás forzada y con alguna gallina o algún conejo de menos pero... qué era eso en comparación a haber sobrevivido al encuentro  con aquel terrorífico ser quién sabe si llegado del inframundo.

La población de Lagata tampoco se libró de la presencia de "El fantasma de la carretera"
Pasaron un par de años y las visitas del fantasma, no es que fuesen muy frecuentes pero lo cierto es que aquella madita figura, aparecía siempre en el invierno y desde lo más alto de la carretera envuelto en su blanco sudario, alta como el más afamado de los gigantes, descendía poco a poco. Iluminada tan solo por un pequeño farol.
Se tardó mucho tiempo pero un mozo del pueblo decidió que un fantasma no tenía necesidad de farol ni de robar gallinas y una noche, cuando todos los vecinos de la zona se escondieron tras el grito de "que viene el fantasma", él se quedó escondido tras unos matorrales con un buen garrote.
No tardó el fantasma en aparecer ante el mozo, bajando por la carretera sin hacer un solo ruido.
Acojonadico de miedo, lo primero de lo que se percató nuestro valiente ciudadano es de que el fantasma usaba zapatos negros, y esa característica unida a la de que el ente precisase de un farol para poder iluminar el camino ( en el año 32, tan solo iluminado por la luna y las estrellas ), fortaleció a nuestro amigo decidiéndose a pegar un fuerte tirón del sudario al fantasma.

Los fantasmas en la carretera. Más frecuentes quizás... de lo deseado.
Se descubrió el pastel.
El horripilante fantasma de más de dos metros de altura, resultó ser un granuja, más listo que la mayoria de la sociedad de la época que, con una silla colocada encima de la cabeza se cubría completamente con una sábana grande y alumbrado con un candil mientras los lugareños se escondían sin tan siquiera asomarse a la ventana, robaba impunemente en todos los corrales y gallineros que podía.
Los fantasmas de hoy son reales.
Están en los Bancos, en el congreso de los Diputados, en el Senado, en nuestros Ayuntamientos, son directores de periódicos y televisión, están en el Palacio de la Zarzuela, heredan el cargo de "monarcas por la gracia de dios"... 
Esos son los peligrosos.

Otras versiones dicen, que este fantasma de Lécera no era otro que un enamorado de una mujer casada, el cual se aseguraba de no ser molestado en su romántica andadura disfrazándose de fantasma.
Como decía la abuela... "Madre mía Joanico... lo que espabila el hambre".

Había mucha ignorancia y mucha inocencia entonces. Pero como te he dicho, la guerra se lo llevó todo y ya nunca hubo inocencia. Solo desconfianza.
Y odio.
Emilia Lázaro



2 comentarios:

  1. Mis abuelos eran de Letux y no tenía constancia de esta historia. Muchas gracias y buen trabajo con este blog. Me encanta.

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  2. ¡Menuda pieza el Pantasma este! xD
    Muy buena la historia, Joan, ¡a seguir así!

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