domingo, 5 de febrero de 2017

El Barón de Espés



El Conde Bernardo de Ribagorza, Barón de Espés es el protagonista de esta clásica leyenda aragonesa.
Tenía el hombre fama de tirano, desde luego.
Eran los tiempos en los que los aldeanos tenían que hacer por supuesto todo lo que al señor del castillo o de la zona le viniera en gana y el Barón de Espés tenía especiales apetencias y caprichos.
Si por ejemplo la baronesa necesitaba más criadas para las faenas domésticas, cogían a una de las campesinas y ya está.
 A trabajar de sol a sol.
Cualquier apetencia que tenía aquel tirano, era cumplida al momento por cualquiera de los súbditos.
El Barón pensaba ( como muchos ricachones de antes y de ahora también ) que con sus limosnas al monasterio de Obarra ya tenía el cielo ganado y por consiguiente aquí en la tierra, podía hacer lo que en gana le viniese.


Localidad de Espés
En una ocasión, en una de las frecuentes visitas al monasterio se fijó en una preciosa novicia que estaba apunto de consagrarse a dios.
Su malsana mente le dijo que la muchacha tenía que ser suya y las visitas al monasterio comenzaron a ser diarias con tal de poder encontrarse con la novicia.
La verdad es que el descontento tanto de los frailes y monjas de los conventos vecinos como el de los lugareños colindantes fue in crescendo, pues este intento de amorío, chocaba directamente contra todo lo sagrado y decidieron acabar con aquel tirano de una vez por todas.
Una mañana, el Barón había salido a cazar en compañía de su perra cazadora y su escopeta al hombro y una bruja de la comarca, conocedora de la situación gracias a un aviso del mismo diaple, salió volando para avisar al Barón.
Lo encontró en la fonda de Farrás de Espés. Asando una pieza que acaba de cazar. Allí tranquilo junto a su perrita y su escopeta. La bruja se acercó y le avisó:

Señor de Espés que a Obarra vas.
A Obarra ves.
Pero a Espés…
…no tornarás mes.

El Barón confiado, rió de buena gana ante la vieja y con la escopeta en una mano, y acariciando la testuz de su perra con la otra, le dijo sonriente a la bruja:

Con la goseta que porto

y la escopeta que llevo

ni al mismísimo diaple

yo le tengo miedo.

Y dicho esto, se dirigió hacia el monasterio.

Monasterio de Obarra

Decidido a darles una lección a aquellos religiosos que jamás olvidaran.
Cuando llegó al Barón, se dio cuenta de su error demasiado tarde. Era una emboscada y el que iba a recibir una lección sería él.
Todos los frailes del monasterio estaban esperándolo con piedras y con sus mejores y más poderosos mastines.
Los perros se abalanzaron sobre el señor de Espés y lo despedazaron allí mismo. De nada le sirvió la escopeta, de nada le sirvió la perrita y de nada le sirvió la advertencia de la bruja.
Cuando la justicia se hizo presente en el lugar, nadie sabía nada de lo acontecido allí.
Nadie.
Tampoco la justico tubo ganas de remover mucho. Se dictaminó que las brujas del Turbón, habían sido las causantes de la terrible muerte del Barón pues probablemente éste último tenía tratos y deudas con las poderosas hechiceras y con esas artes… era mejor no entrometerse.


Legendaria bruxa en el Turbón

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