domingo, 16 de abril de 2017

El bruxon de Puyarruego



Cuenta la leyenda que habitaba en Puyarruego un hombre con fama de bruxon.
Era viudo y vivía solo con su hija.
La moza por supuesto, había escuchado en el pueblo la fama que tenía su padre pero como no podía ser de otro modo, hacía oídos sordos al tema.
¿ Cómo iba su amado y bondadoso padre a ser un bruxon ?
Sin lugar a dudas que estos comentarios, sustentados tan solo por la envidia de unos cuantos, acabarían por desmoronarse tan fácilmente como habían llegado.
Los vecinos siempre habían sospechado que el hombre andaba con tratos con el demonio y de hecho, de buena fe, se lo dijeron incluso a la hija pero claro… ella era completamente incapaz de creerlo e incluso de enfadó con varios de los vecinos.

Población de Puyarruego

En una cosa sí que se había fijado la muchacha.
El padre, cuando volvía del campo a casa, ya con el sol en el horizonte y apunto de anochecer, subía al altillo de la vivienda.
Allí, en total soledad, podía pasar incluso horas y por supuesto dando la orden de que nadie jamás le molestase cuando se encontraba arriba.
La muchacha, con este pensamiento en la cabeza… se dormía noche tras otra y, aunque segura estaba completamente de que su padre no era ningún bruxon ni nada parecido, una noche decidió echar un pequeño vistazo a la falsa.
Subió despacio sin hacer nada de ruido y pensó que, por satisfacer un poquito su curiosidad, no podía para nada. Probablemente, su padre estaría dormido o meditabundo en sus cosas.
Abrió la puerta lentamente con la escusa de ir a avisarle para que bajara a echar un bocado pero… ay madre del amor hermoso… ay madre mía…
Qué disgusto.
Qué terrible impresión se llevó la moza cuando observó atónita como, iluminados por una extraña luz verdosa antinatural, allí arriba, formando un corro como sentados en el suelo de madera, había reunidos seis enormes machos cabríos.
Seis enormes bucos negros, con grandes y retorcidas cornamentas hacia el techo, todos ellos con los ojos rojos, encendidos como ascuas.
Y en uno de ellos, probablemente el de mirada más maléfica, la muchacha pudo adivinar el rostro de su padre.
La pobre muchacha intentó huir. Completamente exasperada y llena de desesperación.
 La chica enloqueció para siempre.

Terrible buco, presidiendo el akelarre

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