domingo, 25 de marzo de 2018

Ni subir ni bajar ni todo lo contrario



Parece que estamos hablando de un caso gallego, ¿ verdad ?. Pues no. Nada más lejos del destino en cuestión.
Leí hace ya bastantes años sobre una cuesta “embrujada” en pleno parque natural del Monacayo y ese mismo fin de semana ahí que me planté.
Ponía en el reportaje en cuestión que en una cuesta hacia abajo, soltabas algún objeto rodante y dicho cacharro se iba para arriba y la verdad yo, ese prodigio no me lo podía perder. Mis inquietudes han sudo prácticamente las mismas desde muy pequeño.
El hándicap venía en que el camino de subida al Moncayo es largo y en ningún manual te pone dónde está exactamente la cuesta mágica y la verdad es que todos los recovecos parecen iguales, pero aún así, monté en mi Opel Corsa de matrícula Zaragoza-Z y para allá que me fui.
Nada más pasar el Monasterio de Veruela y comenzar a subir por el camino del Moncayo yo iba atento a la carretera por ver si podía vislumbrar algo, lo que fuese que me diese una pista de que la mágica cuesta se hallaba ante mí, pero la verdad es que nada me indicaba nada fuera de lo normal.
El Moncayo es un mundo mágico ya de por sí y ya comenzaba a pensar que no podría encontrar cual era aquella cuesta y de repente… Ocurre.

El Moncayo mágico. Un privilegio para los aragoneses

Nadie me pregunte porqué pero a los pocos metros de un desvío que se mete a la derecha, me di cuenta de que aquella era la cuesta.
Y os aseguro que no sé porque, pero supe que era aquella.
Aparqué a la derecha del camino, bajé del coche y contemplé la cuesta desde arriba.
Aunque subíamos, en ese trozo la cuesta iba hacia abajo.
O eso es lo que me pareció a mí aunque vamos, podría jurarlo.
Eché un poco de agua al suelo del camino, al asfalto y comencé a reír yo solo.
Impresionante.
La leyenda es cierta. El agua serpenteaba hacia arriba como una culebrilla.
Dejé la botella en el suelo y por supuesto… ¡ rodaba hacia arriba !
La prueba de fuego. Monté en el coche. Bajé ( ¿ o subí ? ) hasta el final de cuesta y quité la velocidad.
El coche a pesar de ir bajando, a cada metro recorrido perdía velocidad. Perdía velocidad hasta el punto de que antes de llegar al final de la cuesta el coche se fue frenando y frenando hasta llegar a detenerse por completo y de repente y poco a poco, reculando, comenzó a subir de nuevo. Él solo.
Tube que frenar porque en unos segundos el coche iba subiendo ya a bastante velocidad y como decimos por aquí… ¡ de culo !
La cuesta encantada me impresionó entonces y sigue haciéndolo ahora.
Hay quién ha achacado el hecho al magnetismo, otros dicen que las brujas de Trasmoz y su Tía Casca espiritaron aquellos parajes hace ya mucho tiempo y alguno que otro, opina que tan sólo es un efecto óptico.
Yo sé la verdad.
Pues de tantas visitas que he hecho a la cuesta, en una de ellas me llevé un nivel y lo dejé en el suelo.
Yo sé, si la cuesta es una subida o una bajada.
¿ Quieren saberlo ?
Mmm… no.
Creo que siempre será más ilusionante que lo comprueben ustedes mismos, ¿ no es así ? 



domingo, 18 de marzo de 2018

El restaurante "El Trasgu" de Zaragoza



El restaurante “El Trasgu” ( no confundirlo con otros de parecido nombre ) estaba situado en la zona centro, cerca de las bocacalles del Paseo de Sagasta, en la Calle Bolonia, para ser exactos.
Quien les habla llegó a trabajar en un bar de barrio con una de las antiguas cocineras del Trasgu.
Es ella quien me relató cómo comenzó la fenomenología. Nada más abrir, una amiga de la dueña ya comentó que no era buen augurio llamarle “Trasgu” al restaurante pues como bien se sabe, el significado de esa palabra es “duende”.
Haciendo caso omiso a estas supercherías, el local se abrió y con una cocina cuidada y buen hacer, iba la cosa fructificando poco a poco.
Los fenómenos no tardaron en manifestarse y se comenzó con cosas poco llamativas como utensilios que desaparecían para aparecer al rato en los lugares más insospechados.
De cualquier modo y aunque la fenomenología no era muy impactante al principio, a las pocas semanas todo el personal estaba ya “con la mosca tras oreja” pues no había ninguno al que no le hubiese ocurrido algo extraño.

Quién sabe con qué puedes encontrarte en un restaurante cuando ya ha cerrado...?

Unos meses después los fenómenos comenzaban a ser más impactantes. Ya no había ningún trabajador que quisiese quedarse solo en el local. Ni limpiadoras ni cocineros ni camareros. Pues cuando te quedabas solo era cuando la inteligencia que pudiese haber tras la fenomenología se manifestaba con más intensidad haciendo romperse vajilla y cristalería o incluso llamando a los trabajadores por sus nombres. Voces que podían salir del almacén, del vestuario, del comedor y por supuesto… el restaurante estaba vacío.
Fueron muchos los trabajadores que abandonaron la empresa a causa del “duende” y el establecimiento trístemente, terminó cerrando a finales de los años 90.

lunes, 12 de marzo de 2018

Sádaba. Población mágica en Zaragoza



En la población de Sádaba en la comarca aragonesa de Las Cinco Villas nos encontramos con una leyenda que nos habla sobre el monumental castillo de la localidad aragonesa, unos misteriosos y antiquísimos túneles secretos y un maravilloso tesoro enterrado en tiempos de los moros, ¿puede ser más sugerente?
Cuando hablamos de “moros” en términos legendarios no nos estamos refiriendo a musulmanes por así decirlo. Ni a una raza ni a una religión. Estamos hablando de unos seres mágicos y poderosos, guardianes de tesoros y secretos y localizados por toda la geografía española con diferentes nombres (Mouros, moricas, encantarias…)
La leyenda del castillo de Sádaba nos cuenta cómo del imponente castillo parten tres túneles secretos aún sin hallar a día de hoy aunque con dos de ellos más que presuntamente localizados.
En uno de esos túneles, nos cuenta la leyenda que estos seres mágicos, estos moros, enterraron un fabuloso toro de oro y allí aguarda el maravilloso tesoro hasta que algún afortunado logre dar con él.
Aunque cuidado… pues los moros nunca abandonan sus tesoros sin dejar un guardián vigilando. Unas veces puede ser una terrible bestia, un dragón, un cuélebre o quizás una morica encantada.

Impresionante el castillo de la localidad

Encontramos a su vez la leyenda de el huso y la rueca.
En la cúspide de la cumbre del conocido como “Cerro del Pueyo” podemos observar unas extrañas marcas sobre una gran losa las cuales han dado fruto a varias interpretaciones legendarias. La primera de ellas, la cuentan los vecinos de la comarca de las Cinco Villas. Nos habla de las huellas de Hércules (tan afín al territorio aragonés), que tras este hacer el gran esfuerzo de lanzar a varios cientos de metros de distancia dos impresionantes rocas (las conocidas como “el huso y la rueca”, quedaron allí estampadas sobre el pétreo suelo.
La segunda versión es la que se explica en Sádaba y la hazaña se le otorga a Sansón y nos cuenta cómo el héroe le lanzó los pedruscazos al mismo diablo y Satán le devolvió una de ellas para intentar aplastar el cercano monasterio de la Virgen de Cambrón, fallando el tiro gracias a dios.
El conocido como “Pilón de la atalaya” queda en pie para recordarnos el punto exacto donde cayó la piedra arrojada por el maligno.
Dejando la antropología a un lado y entrando un poco en arqueología, hay quien opina que estas dos piedras sirvieron a la antigua ciudad romana para indicar el final el área urbana.
Lo curioso es que estos dos monolitos permanecen siempre a la vista al recorrer las antiguas calzadas y por supuesto, cómo no… hay un curioso juego de luces de luces y sombras en determinadas horas de los solsticios.

El huso y la rueca

Curiosa es también la devoción al conocido como “El Cristo marinero”
La tradición nos narra cómo un marino vecino de Sádaba llamado el tio Tiburcio, encontró la imagen del Cristo de Sádaba flotando en el Océano Atlántico alrededor del año 1520 y la trajo al pueblo no sin antes habiendo obtenido el permiso del mismísimo Carlos I.
Además, al lado mismo de la ciudad romana de Los Bañales, se desarrollaron poblaciones de entretenimiento y edificaciones funerarias de las que nos han llegado algunos restos como el Mausoleo de los Atilios (193-235 d. C.), conocido popularmente como El altar de los moros, en honora esos seres mágicos y poderosos que según cuenta la leyenda, custodian un importante tesoro enterrado en la zona.
Se trata de un mausoleo del que se conserva su portada y cuyas inscripciones nos permiten conocer los nombres de la familia que edificó. Según éstas, Atilia Festa lo construyó para su abuelo Cayo Atilio Genial, para su padre Lucio Atilio Festo y para ella misma. La fachada, único lado que queda en pie, es una auténtica joya del arte romano.
Tampoco la localidad se libró de las maléficas brujas y sus conjuros…
  A principios del siglo XX existió en Sádaba la llamada “Bruja de Barrio Verde" o “Bruja de Carratalapata".  Estaba en el pueblo la afirmación de que cuando salía de casa por la noche se desnudaba en una esquina, escondía la ropa y se convertía en gato.  Si alguien colocaba cerca de la ropa una moneda que llevara una cruz, la bruja no se podía vestir.  Una noche varios mozos del lugar persiguieron a la bruja, la cual les pidió que le dejaran vestirse, ellos accedieron con la condición de que les explicase el mal que ella esa noche había hecho; ella señaló que venía de casa de un vecino de matarle una camada de pollos. Cuando comprobaron la verdad retiraron la moneda y pudo vestirse.

En ocasiones y al igual que el Diaple, las bruxas también son burladas en Aragón

En Sádaba, también a principios de este siglo, se pensaba en el lagarto de dos colas como 
animal sagrado. Como ser mágico que protegía al hombre. Se recogía uno en alguna casa con gran secreto. Bien escondido para que nadie se enterase. Se le alimentaba con hojas de lechuga. 
También cuentan su utilización para adivinar el número que iba a tocar a la lotería, para lo cual se introducía el animal en un cajón de ceniza de la chimenea y al mover las colas dibujaba 
unos números romanos que no eran otros que los del sorteo siguiente, aunque era un arma de doble filo pues se cree que el dinero ganado con este conjuro jamás haría disfrutar de dicha al hechicero.
Hay historias actuales sobre gente que aún vive y que misteriosamente.. acertó la lotería de esta guisa.

Lagarto de dos colas