domingo, 28 de febrero de 2016

"El Dugo". El terrible dragón de Castillonroy



En la población de Castillonroy habitaba hace muchos años un terrible dragón volador.
Era conocida esta bestia como “El Dugo”
El Dugo habitaba en una cueva en lo más alto de la población y por medio de algún extraño conjuro estaba al servicio de los señores feudales de la zona y cuando algún campesino no pagaba los impuestos, los diezmos correspondientes o de algún otro modo llegaba a ofender o enojar a los señores, estos le lanzaban al Dugo.

Dragones escondidos en cuevas, también en nuestra mitología popular

El monstruo, surgía volando desde su cueva y devoraba al infeliz en un abrir y cerrar de ojos.
La fiera no era muy grande pero sí muy poderosa y temida. Cada noche salía de su cueva y sobrevolaba la población.
Para recordar a todo el mundo quién era el auténtico señor allí. Para infundir el temor y el pánico entre aquellas pobres gentes.
Sus dientes eran puntiagudos como la más picuda de las dagas. Sus garras eran lacerantes como el más fino de los cristales.
Y su hambre y su sed de sangre eran atroces.
Su crueldad no conocía límites y el Dugo, aunque se cree que hechizado pues estas bestias no obedecen de buena gana a nadie, disfrutaba de los encargos de su señor.
De vez en cuando, siempre en la oscuridad de la noche, la bestia secuestraba a alguna joven muchacha preferiblemente doncella y se la llevaba a su cueva para devorarla o incluso al castillo quien sabe si para ser víctima de algún satánico ritual o para ser desvirtuada allí mismo por el malvado señor.

Castillonroy desde "La cueva del Dugo"

Una noche de San Juan, mágica donde pueda haberlas, los vecinos de la población subieron a la cueva y le prendieron fuego. Cuando la criatura salió al exterior para poder respirar, entre todos, lo mataron. Con palos, con piedras con navajas, algunos de ellos incluso a golpes acabaron con la vida del dragón y se dice que la sangre que emanó de la terrible bestia llegó a manchar toda la población de rojo.
De ahí vendría el nombre de Castillonroy.
Los señores del castillo, después de este ejemplo de ciudadanos exaltados, decidieron dejar más tranquila a la población
pues ya se sabe que “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar…”

Los vecinos acabaron con la bestia



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