domingo, 26 de junio de 2016

Silbán de Tella. El chigán



Se dice que el gigante Silbán, habitaba escondido en una cueva e intentaba que nadie le viese, pues su rostro era monstruoso y feroz.
Por esta razón Silbán intentaba salir tan solo por las noches, así de este modo, podía dedicarse a robar rebaños de cabras y ovejas y nadie le veía.
Silbán tenía buen corazón y no era un gigante monstruoso como otros de otras leyendas no obstante, vivía del pillaje y el hurto pero eso sí, siempre sin hacer daño a nadie.

Puntón de las bruxas y ermita. Tella

Una mañana cuando Silbán estaba cogiendo agua en el rio Cinca, se escondió rápidamente tras unos arbustos al escuchar una voz que se acercaba. Pudo observar desde detrás del arbusto que la voz pertenecía a una bella pastorcilla que se acercaba cantando a la orilla del rio y al instante quedó prendado de su belleza y se enamoró al instante.
Marieta, que es como se llamaba la pastorcilla, vió al gigante enseguida pues es de suponer que un gigante como Silbán escondido tras unos arbustos es poco disimulado, no creéis ? 
Y quedó asustada e inmóvil.
Silbán, salió del matojo y tomando a Marieta delicada pero seguramente, la alzó por los aires y a grandes zancadas, comenzó a subir con ella montaña arriba hasta llegar a su cueva.
La quería para él.
Nadie le podría robar a Marieta.
Nadie le quitaría a su amor.
Aunque claro, el amor de Silbán no era correspondido por la pastorcilla. En primer lugar porque Silbán era un gigante feo y horrible y en segundo, no olvidemos que había secuestrado a la muchacha.
Marieta todos los días se devanaba los sesos buscando un plan para poder escapar de la cueva del chigán el cual no la dejaba sola ni a sol ni a sombra.
Silbán obligaba a Marieta a despiojarle y peinarle todas las noches.
A cambio a Marieta no le faltaba nunca de nada. Tenía el agua más fresca y pura de la montaña.
El chigán le preparaba la comida con las mejores viandas (todas robadas) de la zona.
La vestía con las mejores pieles de animales cazados por él… pero la muchacha se sentía muy desgraciada.

Silbán y Marieta

Una noche, como era habitual, mientras Marieta peinaba al gigante, éste se quedó profundamente dormido con la cabeza apoyada en el regazo de la muchacha y ella, envalentonada y cansada como estaba de su prisión, decidió apartarlo muy delicadamente, para que no se despertara.
Quitándose el mandil, lo dejó sobre una piedra y apoyó la cabeza del gigante en él y saliendo de la cueva a toda velocidad, bajó por la montaña, intentando regresar a su pueblo, libre de su captor.
Cuando Silbán se despertó, se dio cuenta que la joven había escapado y se dijo que los lamentos del gigante se escucharon profundamente por todos los valles de la zona.
Silván gritaba:

 ¡ Marieta, Marieta !

¡ Torna a buscar la mandileta !

Aunque tristemente para él… Marieta no volvió jamás. No se sabe si encontró el camino de vuelta a casa o si quizás la pobre muchacha fue devorada por alguna bestia en las montañas. Lo que sí se sabe es que el gigante cayó en una profunda depresión y se dejó morir en su cueva.
Hubo quién aseguró que unos lugareños de los valles subieron una noche a la cueva y le envenenaron la leche que él tomaba, muriendo de esta guisa allí, solitario.
En su cueva.


Cueva de Silbán

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