domingo, 19 de marzo de 2017

El águila de San Julián



La leyenda sitúa este hecho en la ermita de San Julián, en Lierta.
Se sabe que hace muchos años, en el Santuario de San Julián, vivía un ermitaño muy devoto del santo.
Las gentes del lugar, estaban muy contentas con el hombrecillo pues gracias a las limosnas que recibía, se ocupaba de cuidar y limpiar el santuario y la verdad es que estaba en muy buen estado.
El eremita, vivía en la tranquilidad de la cueva situada al lado del santuario y disponía además de un pequeño rebaño de animales de los que se abastecía e incluso podía invitar a comer a algún pobre mendigo cuando por allí pasaba alguno.
El hombre, además de un pequeño huerto, cuidaba de sus animales y de la ermita.
Las bestias eran una docena de gallinas, un par de cabras, alguna oca y dos o tres corderos, vamos, que tenía lo suficiente para vivir, la verdad.

Santuario de San Julián

Una mañana se percató de que le faltaba una gallina. Se puso a buscarla por los alrededores pues bien es sabido por todos los que hayáis tenido gallinas alguna vez, que estas aves pueden dar pequeños saltos-vuelos y salirse del corral.
No encontró la gallina por ninguna parte, se había esfumado.
El caso es que la zorra tampoco podía haber entrado al corral pues estos animales temen a los perros y el valiente perro pastro del ermitaña estaba allí tumbado tan tranquilo. Durmiendo.
Al día siguiente el eremita contó sus gallinas y… sorpresa. Le volvía  faltar otra gallina.
Había que descubrir al ladrón. Se pasó la mañana siguiente y la noche en vilo, escondido y cuando comenzaba a salir el sol, vio cómo una gran águila descendía del cielo a toda velocidad y se introducía dentro del gallinero.
Ya tenía al ladrón. El águila se elevó con su presa y el eremita le lanzo varias pedradas y le gritó y la maldijo:
“¡ Maldita seas por siempre, ojala que San Julián te convierta en piedra !”
El águila en ese momento, con la presa bajo sus garras entró volando en la cueva y el viejo pensó que ya estaba atrapada y entró con un palo a hacerle frente y a terminar con el problema de una vez por todas.
Entró a la cueva pero no pudo encontrar al águila. Era imposible que hubiese escapado sin embargo no estaba allí.
Salió y miró hacia el cielo por si la veía volando por las alturas y la encontró.
Pero no volando.
En lo alto del promontorio, encima de la ermita, allí estaba el águila con su presa en las garras, las dos convertidas en piedra. 
Y hasta el día de hoy, pueden verse. 
Y allí se han de quedar hasta el fin de los tiempos. 

Águila de piedra. Mito o realidad...?

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