domingo, 8 de enero de 2017

El árbol del Sobrarbe



Una vieja leyenda, nos cuenta que el reino del Sobrarbe con capital en Ainsa, estaba completamente asediado por los moros.
El rey Garci Ximénez, había accedido al trono en el año 716 y decidió atacar desde Ainsa, pues lo cierto era que estaba a punto de perder la ciudad.
El ataque sería valeroso. Casi se puede decir que suicida pues el maltrecho ejército de Ximénez tan solo constaba de trescientos efectivos. Sin duda alguna, el rey prefería una muerte noble y valerosa que vivir con la pérdida de la que sería la capital de su legendario reino (y decimos legendario pues hay varios historiadores aragoneses que defienden la teoría de que el reino del Sobrarbe jamás existió).
Una noche antes del ataque desesperado planeado por el rey, este se fue a rezar a un monte cercano.
Mientras el rey imploraba a San Jorge para que les diese fuerzas en la batalla y su mano no flaquease a la hora de dirigir a su ejército contra uno casi diez veces superior, ocurrió lo inesperado.
Un milagro.
Una impresionante cruz roja, ígnea, apareció sobre la encima bajo la que el monarca estaba rezando.
Flotando sobre el árbol. Alumbrando tenuemente la oscuridad del entorno.

La impresdionante aparición

El rey de inmediato comprendió el designo divino y partió raudo hacia la ciudad.
La fortificación de la ciudad comenzó inmediatamente a la mañana siguiente. Los soldados estaban realmente asustados pues veían que su rey era capaz de conducirlos hacia una muerta segura al enfrentarlos contra el poderoso ejército musulmán.
El rey concentró a toda su tropa y les explicó claramente lo sucedido en la encina.
Los ánimos de aquellos soldados cristianos ardían con furia renovada y su fuerza y valor parecían multiplicarse por momentos. Tal era el coraje de aquellas gentes tras haber escuchado la historia de la cruz sobre la encina que no veían el momento de comenzar la batalla y por fin, cuando se abrieron las puertas de la ciudad y los trescientos hombres salieron al campo de batalla, más bien parecían perros salidos desde el mismísimo infierno. La furia de aquellos trescientos soldados no tuvo rival contra el poderoso ejército musulmán. Los moros retrocedían ante la furia del enemigo y enseguida comprendieron que la providencia o como quiera que lo llamasen, luchaba de parte del ejército cristiano. Los cristianos sabían que su dios luchaba con ellos y que no les iba a fallar. Jamás los moros se habían enfrentado a unos enemigos como aquellos. Las armas musulmanas parecían no hacer efecto contra los cristianos y el único modo de acabar con ellos era cortándoles la cabeza ya que aunque les amputaras algún otro miembro los cristianos seguían luchando con la misma furia.
A los pocos días, el ejército cristiano había exterminado a la totalidad de los moros que se repartían entre los poblados próximos a L´Ainsa.
Tras la batalla, el escudo del Sobrarbe fue la encina con la cruz, llegando a tener tal importancia que directamente se colocó como uno de los cuarteles del mismísimo escudo de Aragón.

La cruz cubierta. Monumento conmemorativo del hecho

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