domingo, 15 de enero de 2017

El sastre de Escartín



Escartín es, a día de hoy, uno de los despoblados más bonitos que podamos encontrar en Aragón pero, hace años, era una población que, a finales del XVIII, llegó a alcanzar los 180 habitantes.
Pues, dicho esto, os contaremos… vivían en el pueblo un sastre y su mujer.
El sastre venía de casa Ferrer y era tímido y asustadizo.
Su esposa era justamente lo contrario. Pertenecía a la familia Navarro y era una mujer, como aquí diríamos, bien echada para adelante. Brava y alegre.

Casa Ferrer...

...y Casa Navarro, en Escartín

La pareja mantenían la finca alquilando una pareja de mulos y, cada tres meses, hacían el pago correspondiente por el alquiler de los animales.
Una tarde la mujer mandó al sastre a realizar el pago a la localidad de Gavín, pero a los pocos minutos de que éste hubiese salido de casa y al ver que comenzaba a anochecer, la esposa bien conocedora de la cobardía del marido salió ella en dirección a Gavín para hacer el pago.
La mujer, presta y dispuesta, llegó a Gavín, efectuó el pago y se volvió para su casa, algo extrañada de que su marido no hubiese llegado a la casa del rústico a pagar la deuda.
Camino de regreso, desde lo alto de una loma, vio lo que había sucedido.
Había salido la luna y ésta iluminaba tenuemente el camino de abajo.

Barranco de Escartín

Allí abajo estaba el sastre, con la pernera del pantalón enganchada a una zarza y éste, en el suelo, imploraba por su vida.
Al enganchársele el tobillo en aquella maleza, el hombre pensó que había sido atrapado por un lobo y se tendió en el suelo sin tan siquiera atreverse a mirar al lobo a los ojos.
La mujer decidió marcharse a casa y dejar allí al sastre para que aprendiese a ser un poco más templado.
Llegó la mujer a casa y se echó a la cama tranquilamente, durmiendo toda la noche a pierna suelta.
El sastre no vio la realidad hasta que comenzó a amanecer y contento y dando gracias a dios por no haber sido devorado por aquel imaginario lobo-zarza fue a pagar la deuda, encontrándose con que el amo, le dijo que no se debía nada.
Se quedó a almorzar en Gavín y regresó a casa.
Cuando llegó, la mujer le dijo tranquilamente:
Buenos días, marido. ¿ Te ha dado tiempo de pagar la deuda ?
Y este le contestó:
Pues mira. Le impongo tanto respeto al amo, que me ha perdonado la deuda, y además me ha dado tiempo de hacer noche en casa de un amigo, de almorzar e incluso… ¡ de matar un lobo !

El miedo puede hacernos ver un lobo...

...donde sólo hay una zarza !

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