No fueron quizás tan populares como los realizados en
Navarra y el País Vasco pero aún así, estos conciliábulos de bruxas y bruxones
también alcanzaron su popularidad en nuestra tierra.
Notorios fueron por ejemplo los De Sesa, aquelarre al cual
acudían las poderosas brujas de Salillas, el de Tamarite, quedando constatados
por la Santa Inquisición en el año 1626, en Pozán de Vero, las crónicas nos
hablan de un aquelarre multitudinario con una gran cantidad de bruxas y
bruxones venidos desde el vecino país franco. Corría el año 1534.
Aquelarres tenemos también constatados por todo el valle de
Tena, en Villanúa de Jaca, en la población de Cenarbe, que son mencionados en
las crónicas desde el año 1400.
En la plaza mayor de Ainsa, en las vilas del Turbón, en el
monte Jabaloyas, en Trasmoz, en la fuente de las brujas de El Grado, en la Peña
de las bruxas de Plan, en la plaza de Ansó, en el castillo de Boltaña, en
Favara…
También en la villa
de Épila se celebró alguno de estos conventículos y en las eras de Gotor se
aclamó más de una reunión demoníaca también.
Akerra ! Akerra Beti ! |
Los aquelarres aragoneses tenían muchos puntos en común con
las reuniones de bruxas de otros puntos de España incluso de Europa. Al fin y
al cabo, suponemos que el diaple les pedirá más o menos lo mismo a todos sus
acólitos, ¿ Verdad ?
El diaple podía aparecer en la reunión de las más variadas
formas.
En ocasiones podía ser un enorme hombre negro que llegaba
montado sobre un caballo negro o un cabrón, podía aparecer tomando la forma de
un perro negro o de un cerdo o de un gran chivo.
En las ceremonias profesadas en nuestro territorio, se
comenzaba siempre de igual modo.
Se comenzaba con una promesa de obediencia y acatamiento de
todas las órdenes y deseos del diaple al cual se reconocía como Señor de todas
las cosas mediante un curioso gesto de sumisión y obediencia que no era otro
que besarle el ano.
No una nalga, no. El ano.
Se le daba al diaple el ósculo maldito y él, en “agradecimiento”,
expelía un fétido y nauseabundo olor por esa parte del cuerpo.
Vamos a enseñaros una canción de los niños de Tramacastilla
de Tena que utilizan mientras están fabricando chiflos. Pequeñas fautitas
caseras.
La canción es una inocente tonadilla juvenil pero ojo… pues
lo que realmente nos está explicando, es el proceso del aquelarre. Mirad qué
curioso pues dice así:
“Suda suda fito por as barbas de un crabito,
suda suda fron, por as barbas de un crabón.
María titín, María titón,
bésame a punta d'o buforón.
Con un punchón bien agudón
que saque tripas y collons.
A casera preñata y o cura capón.
Pon, pon”.
Todos los elementos del aquelarre aragonés se reflejan en
esta inocente canción.
Qué maravilla, ¿ Verdad ?
Las bruxas y sus pociones |
En nuestros aquelarres, como nuestras bruxas y bruxones ni
iban a ser menos que las de otros lugares, se practicaba por supuesto además
del ósculo anal al diaple, el sexo desenfrenado, la zoofilia, los sacrificios
de animales ( y ocasionalmente de inocentes niños ), los bailes libertinos, los
insultos contra la iglesia y otros medios de poder, episodios como por ejemplo
el pisoteo de la cruz o alguna profanación de algún objeto sagrado, reparto de
pociones y tareas para dar el mal hasta el siguiente aquelarre…
Vamos, muy completo todo, como podemos apreciar.
Las fórmulas para entrar a formar parte de la secta de las
bruxas podían variar un poco dependiendo del conciliábulo donde estábamos. En
Tamarite por ejemplo, era obligado renegar “ …de Dios, del padre que nos
engendró y de la madre que nos parió”
Era muy frecuente la alusión por bruxas y bruxones a las
llamadas “Eras de Tolosa” (Toulouse, en Francia), como uno de los aquelarres
más importantes de todos cuantos existían.
La cantidad de brujos franceses que llegaron a Aragón se
dice que era algo increíble, auténticas oleadas de nigromantes cruzando los pirineos
para llegar a nuestra tierra a dar el mal a las gentes.
Muchos escoceses, ingleses y otro tipo de viajeros que se
acercaban a la ciudad de Burdeos para cargar cajas de vino, aseguraban el haber
visto con sus propios ojos auténticas tropas de demonios y bruxones que, en
forma de hombres espantosos, pasaban desde Francia a Navarra y Aragón.
Como decían las bruxas… me importa lo que nos digan… un remello divino.
Aquelarre. Francisco de Goya |
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