El restaurante “El Trasgu” ( no confundirlo con otros de
parecido nombre ) estaba situado en la zona centro, cerca de las bocacalles del
Paseo de Sagasta, en la Calle Bolonia, para ser exactos.
Quien les habla llegó a trabajar en un bar de barrio con una
de las antiguas cocineras del Trasgu.
Es ella quien me relató cómo comenzó la fenomenología. Nada
más abrir, una amiga de la dueña ya comentó que no era buen augurio llamarle
“Trasgu” al restaurante pues como bien se sabe, el significado de esa palabra
es “duende”.
Haciendo caso omiso a estas supercherías, el local se abrió
y con una cocina cuidada y buen hacer, iba la cosa fructificando poco a poco.
Los fenómenos no tardaron en manifestarse y se comenzó con
cosas poco llamativas como utensilios que desaparecían para aparecer al rato en
los lugares más insospechados.
De cualquier modo y aunque la fenomenología no era muy
impactante al principio, a las pocas semanas todo el personal estaba ya “con la
mosca tras oreja” pues no había ninguno al que no le hubiese ocurrido algo
extraño.
Quién sabe con qué puedes encontrarte en un restaurante cuando ya ha cerrado...? |
Unos meses después los fenómenos comenzaban a ser más
impactantes. Ya no había ningún trabajador que quisiese quedarse solo en el
local. Ni limpiadoras ni cocineros ni camareros. Pues cuando te quedabas solo
era cuando la inteligencia que pudiese haber tras la fenomenología se
manifestaba con más intensidad haciendo romperse vajilla y cristalería o
incluso llamando a los trabajadores por sus nombres. Voces que podían salir del
almacén, del vestuario, del comedor y por supuesto… el restaurante estaba vacío.
Fueron muchos los trabajadores que abandonaron la empresa a
causa del “duende” y el establecimiento trístemente, terminó cerrando a finales de los años
90.
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