Año 1929.
Ocho de Septiembre.
A la ermita
de Balma como bien hemos comentado acudían endemoniados de toda España.
El poder de
Nuestra Señora era tal que los demonios salían despedidos de los cuerpos con
total violencia.
La
endemoniada de esa noche tenía nombre y apellidos y así pasará a la historia.
Rosario Usó
Petit.
Rosario venía
de la localidad de Las Alquerías del niño perdido, en la comarca de La Plana
Baja.
La ermita
estaba dispuesta para el horrible espectáculo. Tan solo unas pocas velas
iluminaban la estancia donde el ritual iba a comenzar. Hacía calor, había
demasiados asistentes para presenciar el macabro rito, pero nadie se marchaba.
Todo el mundo quería ver cómo, una vez más, el poder de Dios derrotaba al del
maligno.
Interior de la cueva donde se realizaban los exorcismos |
Las
encargadas de practicar la ceremonia aquella noche eran tres brujas conocidas
como “Las Caspolinas”.
No era la
primera vez. Las tres eran experimentadas exorcistas. Experimentadas bruxas
tanto en expulsar a Satán como probablemente en invocarlo.
Eran tres bruxas
enjutas. Casi secas. De piel amarillenta y arrugada.
Rostros duros
e inquisitoriales. Se quedan observando a la pobre Rosario.
Ésta se
revuelve como un animal.
Blasfema como
un templario, expectora constantemente contra cualquier tipo de pintura santificada
o imaginería sagrada, deja los ojos en blanco y aúlla como un perro.
Las bruxas no
dudan.
Rosario está poseída.
El ritual
comienza y los gritos y aullidos de Rosario se escuchan perfectamente desde fuera
de la iglesia.
Espiritados y bruxas en La Balma |
La gente se
agolpa en la entrada y dentro del mismo recinto y la batalla contra el demonio
comienza. Las bruxas no se amedrentan fácilmente y siguen esconjurando y
santificando a aquella pobre alma.
Unas ocho mil
personas son testigos del espeluznante ritual y de repente, aquellas viejas
tienen que sujetar a Rosario de pies y manos. La pobre muchacha de tan solo
doce años de edad, parece mucho más fuerte que cualquier hombre.
“Es el
demonio”, dice una de las viejas, pero la sujetan con firmeza y Rosario no
puede soltarse.
El exorcismo
duró horas y al final, como generalmente solía pasar, el endemoniado caía al
suelo preso de un impresionante cansancio y el demonio o lo que quiera que
fuese… desaparecía.
¿ Podían ser
todos aquellos cientos, miles de endemoniados obra de Satán ?
¿
Enfermedades mentales o sugestión ?
Desde luego
no entraremos a juzgar estos hechos pero la realidad es que está bien documentado
como en la cueva de La Balma, durante estos exorcismos, más de un endemoniado
levitó varios palmos del suelo mientras gritaba con voz monstruosa y eso de
enfermedad mental, que se sepa… tiene poco.
O nada.
Miles de personas se agolpaban para ver a estos espiritados |