Hace
bastantes años, en la población turolense de Villalba Baja, había un batán bastante
próspero. El batanero era un hombre adinerado y trabajador y vivía en la casa
encima del batán.
Una mañana
en el monte cerca e la localidad, se encontró el batanero con dos cachorros de
lobo. Eran recién nacidos y decidió llevárselos a su casa.
Esa misma
noche, cuando estaba durmiendo, escuchó unos extraños ruidos en la puerta del
batán y se asomó a la ventana para ver qué ocurría. No eran nada más y nada
menos que dos lobos grandes. Negros. Que estaban intentando escarbar, para
hacer un agujero por debajo de la puerta y poder entrar a la casa del batanero.
Eran sin duda los padres de los lobeznos.
El batanero se
levantó y agarrando el caldero que tenía en la lumbre, les echó a los lobos por
la ventana el aceite hirviendo. Los lobos se marcharon aullando, como es de
esperar. A la noche siguiente, los lobos volvieron al batán pero como todos
estaban ya avisados y preparados, les arrojaron de todo desde las ventanas y
los lobos se marcharon heridos y ya no volvieron.
¿Los lobeznos del batanero...? |
El batanero
iba por los pueblos de al lado enseñando a los lobeznos en una jaula y se
ganaba unas monedas con este espectáculo pero cuando los lobos se hicieron
mayores y ya no los necesitaba… los mató.
Aquí pareció
acabar la historia del batanero pero no. Acababa de empezar.
Llegó el
carnaval, en Febrero, para estas fechas. Se hizo una gran fiesta y un gran
baile en el pueblo y acudieron al baile dos extrañas viejas. Forasteras. Iban
disfrazadas de brujas. Se terminó la fiesta y cuando todos se marcharon y
regresaron a sus casas, el batanero se encontró con dos de sus criados muertos
en el batán. Los habían ahorcado.
Fue un
desastre pero bueno, se repusieron como pudieron. Pasó un año y al llegar otra
vez la fiesta del carnaval volvieron aquellas dos viejas disfrazadas de brujas.
Se comió, se bebió y se bailó y al amanecer, fueron todos corriendo al batán
por que se estaba incendiando. Quedó completamente destruido, no se salvó ni
una sola piedra.
Al pasar el
año de nuevo y volver otra vez el carnaval y las dos mujeres disfrazadas, los
vecinos de Villalba ya sospechaban que aquellas viejas no iban disfrazadas de
brujas, sino que eran brujas de verdad.
Ruinas del antiguo batán de Villaba Baja |
Prepararon
agua hirviendo con cal y cuando un año más aquellas brujas aparecieron en el
carnaval les echaron el caldero por encima.
La sorpresa
fue que, en un solo segundo y delante de todos, en un visto y no visto, las
brujas desaparecieron al contacto con la cal y en el mismo lugar donde había
dos viejas brujas, tan solo quedaban en el suelo unos ropajes negros,
andrajosos y humeantes.
A la mañana
siguiente, en las afueras del pueblo, ¿sabéis lo que se encontraron los
vecinos?
Dos lobos
enormes, negros.
Muertos.
Con claras
heridas de haber sido quemados… por cal.
Cada uno
ahora, que saque sus propias conclusiones.
¡Nunca podemos fiarnos de una bruxa! |