Esconjuramiento

Santa Bárbara bendita.
Que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita.
Líbrame de las centellas y del rayo que crepita.

Esconjuramiento aragonés. Popular

domingo, 9 de abril de 2017

Las bruxas de Villalba Baja



En la localidad de Villalba Baja, cerca de Teruel, se cuenta una terrible leyenda sobre los bataneros de la localidad y unos lobos… y algo más.
El batanero un día, encontró en el bosque unos cachorros de lobo. Eran unos preciosos lobeznos grises.
Y tan majicos como eran… se los llevó a su casa.
Los alimentó bien y los tapó con una mantita. Hecho esto, se echaron todos a dormir pero ay… a mitad de noche el batanero y su familia se despertaron espantados.
Unos extraños ruidos provenían de la puerta. Sin lugar a dudas alguien estaba intentando entrar a la casa.
Muy discretamente y sin hacer ruido alguno, se asomó por la ventana del primer piso, que daba justo encima de la puerta de la casa y vio dos enormes lobos negros en la misma puerta de la casa.
Intentando entrar.
Los ojos de los lobos estaban encendidos como carbones. Como dos ascuas rojas recién sacadas del fuego del hogar.

Las historias de lobos y bruxas, siempre relacionadas

Los terribles lobos estaban intentando excavar un agujero en la tierra para entrar en la casa por debajo de la puerta y recuperar a sus hijos y quién sabe si vengarse del batanero por tal afrenta.
El batanero inmediatamente puso aceite a hervir en el hogar y cuando estaba bien caliente y humeante, lo arrojó por la ventana a los dos lobos que huyeron aullando y chillando terriblemente.
A la noche siguiente, los dos lobos regresaron a la casa del batanero pero los vecinos, avisados como estaban, estaban preparados con las escopetas y comenzaron a dispararles.
Les dieron por muertos pues no se supo nada más de ellos y la vida continuó con normalidad.
El batanero iba enseñando a los dos cachorros por los pueblos. Los cachorros eran dóciles y muy inteligentes y las gentes le daban dinero al hombre por mostrar aquellas crías de lobo y dejar a los lugareños jugar y enredar con ellas.
Lo que ocurrió tristemente, al igual que ocurre a hora con algunas desgraciadas mascotas, es que los animales crecieron y el batanero al ver que ya para nada le servían, los mató.
Varios años pasaron sin que las gentes se acordasen ya de aquellos lobos para nada y en unas fiestas del pueblo, en medio del baile de disfraces, en pleno carnaval aparecieron dos forasteras.
Las visitantes iban disfrazadas de bruxas.

Villalba Baja

Se comió y se bebió de lo lindo, se bailó y se disfrutó a raudales y al día siguiente, al llegar el sol, encontraron incendiado y completamente arrasado el granero de la casa del batanero.
Nunca jamás nadie supo qué había ocurrido y cómo aquel terrible incendio que tantas pérdidas ocasionó a la familia del batanero había llegado a producirse.
Un año pasó. Y con él, llegó un nuevo carnaval.
Las dos visitantes, las dos mujeres disfrazadas de bruxas regresaron al pueblo para bailar en las gran fiesta.
Cuando llegó el día, uno de los hijos del batanero apareció muerto en la misma puerta de su casa.
La gente estaba aterrorizada. El muchacho parecía muerto como por una terrible maldición.
Completamente demacrado y con la cara deformada.
Pasó otro año.
Llegó otro carnaval, otra fiesta y con él las dos extrañas forasteras una vez más. Con sus disfraces de bruxas.
La gente la verdad es que ya empezaba a sospechar de aquellas dos mujeres y estaban convencidos de que aquellas dos no estaban disfrazadas de bruxas sino que eran bruxas de verdad.
 En mitad del baile, cuando las dos visitantes menos se lo esperaban, las gentes del pueblo les arrojaron encima un caldero lleno de cal hirviendo.
Y ante los estupefactos ojos de todos los habitantes del local, allí mismo en el suelo, donde hacía unos segundos había habido dos bruxas, tan solo quedaban los restos harapientos de unos ropajes. Negros, raídos y andrajosos.
A la mañana siguiente, nada más salir el sol, en lo alto del collado de Villalba Baja, donde años atrás el batanero había encontrado a los dos cachorros, los vecinos encontraron dos tremendos lobos negros muertos.
Completamente desgarrados con quemaduras de cal.

"Camino del Batán" en Villalba. Lugar donde ocurren los hechos narrados

domingo, 2 de abril de 2017

La nieve en los Pirineos



Antaño, cuando no había explicaciones científicas para estos cotidianos a los que hoy ya estamos acostumbrados, para estas maravillas con las que nuestros ojos ya no se sorprenden aunque sean realmente algo mágico, como un amanecer, la nieve, una luna llena…antaño se recurría a las leyendas.
La explicación más plausible era la de dioses y diosas, la de de brujas y poderosos debinaires.
Las tormentas eran ocasionadas y conducidas sin duda por las bruxas y los bruxones.
En numerosas ocasiones se vio a las bruxas aragonesas cabalgando sobre las tormentas para conducirlas aquí o allá y hacer el mal destrozando cosechas y tejados o incluso alcanzando a algún labrador en el campo con algún maléfico rayo.

Bruxa conjurando una tormenta
Y los más antiguos habitantes de la zona, lo que creían, era que los dioses eran los que estaban haciendo bramar el cielo.
Los que lo encendían con relámpagos y centellas.
Dioses que, en sus fraguas, situadas en los más altos montes, repicaban y repicaban sin parar sus martillos haciendo pasar miedo al hombre. Al débil hombre que por igual, adoraba y temía a estas deidades.
Dioses como Turbón, dioses como Balaitús. Gigantes que asustaban o protegían al hombre, como les viniera en gana.
Son esos mismos dioses mitológicos aragoneses los que dan nombre a la mayoría de los picos de los Pirineos.
Unos imponentes espíritus de las montañas, capaces de dominar y controlar los cuatro elementos y la magia.
Es a una de estas diosas a la que le debemos agradecer la aparición de la nieve sobre los montes Pirineos.
La diosa Culibillas. Una montaña-diosa de más de dos mil quinientos metros de altitud a la que podemos acceder por ejemplo desde el Col de Ladrones.
Culibillas era hija de Arafita y de Anayet.


Culibillas

Eran una familia de dioses muy pobres pero eso sí, eran muy trabajadores y honrados.
El tesoro más valiosos que poseían era su hija Culibillas.
La diosa-montaña más preciosa de todas cuantas haya habido.
Culibillas era una preciosa montaña blanca llena de blancos glaciares siempre helados, de blancos corderos agrupados en pequeños rebaños dispersos por las laderas de la montaña y sobre todo de las preciosas y trabajadoras hormigas blancas que tanto en verano como en invierno, blanqueaban la montaña con su presencia.
El dios Balaitús se enamoró de Culibillas.
Balaitús era un dios muy poderoso. Fuerte y de gran carácter, nadie osaba jamás a contradecir a Balaitús.
Todos obedecían sus deseos por miedo a la ira del dios.
Él forjaba los rayos de las tormentas que eran capaces de destruir todo cuanto se hallara a su paso.
Culibillas rechazó al cruel dios, como no podía ser de otro modo. Pero claro, éste, al ser rechazado por vez primera en su vida, al haber sido contrariado y no estar acostumbrado a ello, irrumpió ante Culibillas presto y dispuesto a llevarla consigo sí o sí.
Culibillas atemorizada pidió ayuda a sus hormigas y rugió con fuerza.
 “¡ A mí, mis hormigas ! ¡ A mí !”
Y éstas, sin pensarlo dos veces, acudieron raudas a la llamada de la señora cubriéndola por completo y llenándola con su espeso manto blanco.
Balaitús escapó horrorizado y no molestó nunca más a la diosa. El terrible dios se enfadó y arremetió enérgicamente contra las hormigas decidido a aplastarlas a todas, pero era misión imposible.
Las hormigas blancas que protegían a Culibillas se contaban por miles de millones. Ni tan siquiera el poderoso Balaitús podía nada contra todas ellas.
Todas las hormigas que murieron aquel día, cubrieron las montañas del Pirineo con un impresionante manto blanco.
Es así como apareció la nieve sobre los Pirineos.
Culibillas, salvada por las formigas blancas, en agradecimiento, dicen que se clavó un puñal en el corazón para que todas las hormigas pudiesen entrar dentro y vivir allí, en su interior. En lo más profundo de su corazón. Ese agujero, esa herida sin cerrar, es el “Forau de Peña Foratata”. Se dice que desde lo más alto de la Peña Forata, aplicando delicadamente el oído a la fría roca, se pueden escuchar los latidos del generoso corazón de la diosa.

La imponente Peña Foratata
Balaitús sigue enfadado a día de hoy.
Sí, y haciendo honor a su etimología ( hay quien dice que el significado de Balaitús es “reunión de tridentes del diablo” ), aún de vez encuando descarga todo su poder en forma de terribles tormentas y vientos huracanados que bajan dese lo más alto de sus más de tres mil metros.

Balaitús, dios de la montaña

domingo, 26 de marzo de 2017

La Virgen de Senés de Alcubierre



Hace ya muchos años, uno de esos tiranos que hemos tenido por Aragón, empecinó en hacer algo horrendo.
El individuo no era otro que Joham de Urriés, el Señor de Larrés.
Tras una discusión se empecinó en hacer desaparecer el pueblecito de Senés.
Ya no destruirlo, no.
Peor.
Deshabitarlo, borrarlo de la memoria, de la historia. Ya sería el impertérrito paso del tiempo el que se encargaría de borrarlo del mapa. De que no quedase piedra sobre piedra.
Tanta manía tomó el señor de Larrés a la población de Senés que incluso dictó una sentencia por la cual, todos los documentos, escrituras e incluso partidas de nacimiento pertenecientes a los habitantes de este pueblo habría que quemarlos.

Senés de Alcubierre
La población se reveló, por supuesto, pero poco o casi nada podían hacer y justo cuando ya pensaban que estaban perdidos, cuando ya estaban seguros de que su amado pueblo se perdería para siempre en el olvido durmiendo el sueño de los justos, la intervención divina se puso de parte de aquellos pobres lugareños.
La Virgen de Serés se negaba a marcha de la capilla de la iglesia.
Era trasladada y a los pocos días desaparecía y volvía a aparecer en su iglesia. En su pueblo.
Hasta cuatro veces ocurrió este fenómenos y ante la vigilancia de varios soldados, la Virgen volvía a desaparecer.
Nunca se supo si aquellos milagrosos traslados fueron operados por algún vecino o por algún vecino devoto o por qué no… por la auténtica intercesión de  la Virgen.
El caso es que gracias al milagro, el pueblo no desapareció y al que ya casi está olvidando la historia por completo es al tirano de Joham de Urriés.
¿ Quién hemos dicho ?
Vah… lo he olvidado.
La milagrosa Virgen, se encuantra a día de hoy en el Museo Románico de Jaca.

Exposición de Vírgenes románicas en el Museo de Jaca


domingo, 19 de marzo de 2017

El águila de San Julián



La leyenda sitúa este hecho en la ermita de San Julián, en Lierta.
Se sabe que hace muchos años, en el Santuario de San Julián, vivía un ermitaño muy devoto del santo.
Las gentes del lugar, estaban muy contentas con el hombrecillo pues gracias a las limosnas que recibía, se ocupaba de cuidar y limpiar el santuario y la verdad es que estaba en muy buen estado.
El eremita, vivía en la tranquilidad de la cueva situada al lado del santuario y disponía además de un pequeño rebaño de animales de los que se abastecía e incluso podía invitar a comer a algún pobre mendigo cuando por allí pasaba alguno.
El hombre, además de un pequeño huerto, cuidaba de sus animales y de la ermita.
Las bestias eran una docena de gallinas, un par de cabras, alguna oca y dos o tres corderos, vamos, que tenía lo suficiente para vivir, la verdad.

Santuario de San Julián

Una mañana se percató de que le faltaba una gallina. Se puso a buscarla por los alrededores pues bien es sabido por todos los que hayáis tenido gallinas alguna vez, que estas aves pueden dar pequeños saltos-vuelos y salirse del corral.
No encontró la gallina por ninguna parte, se había esfumado.
El caso es que la zorra tampoco podía haber entrado al corral pues estos animales temen a los perros y el valiente perro pastro del ermitaña estaba allí tumbado tan tranquilo. Durmiendo.
Al día siguiente el eremita contó sus gallinas y… sorpresa. Le volvía  faltar otra gallina.
Había que descubrir al ladrón. Se pasó la mañana siguiente y la noche en vilo, escondido y cuando comenzaba a salir el sol, vio cómo una gran águila descendía del cielo a toda velocidad y se introducía dentro del gallinero.
Ya tenía al ladrón. El águila se elevó con su presa y el eremita le lanzo varias pedradas y le gritó y la maldijo:
“¡ Maldita seas por siempre, ojala que San Julián te convierta en piedra !”
El águila en ese momento, con la presa bajo sus garras entró volando en la cueva y el viejo pensó que ya estaba atrapada y entró con un palo a hacerle frente y a terminar con el problema de una vez por todas.
Entró a la cueva pero no pudo encontrar al águila. Era imposible que hubiese escapado sin embargo no estaba allí.
Salió y miró hacia el cielo por si la veía volando por las alturas y la encontró.
Pero no volando.
En lo alto del promontorio, encima de la ermita, allí estaba el águila con su presa en las garras, las dos convertidas en piedra. 
Y hasta el día de hoy, pueden verse. 
Y allí se han de quedar hasta el fin de los tiempos. 

Águila de piedra. Mito o realidad...?