En el rito de
los espiritados de Santa Orosia, en la mayor parte de las ocasiones, los
exorcismos eran realizados por cófrades aunque en algunas ocasiones, cuando la
complicación del exorcismo era extrema, se recurría a los Romeros.
Estos Romeros
eran hombres del campo. Hoscos y rudos. No temían al diaple pues se sabían bien
protegidos.
Iban
ataviados con una capa raída, de color gris blanquecino como la ceniza recién
sacada del hogar.
Siempre
llevaban un sombrero de pastor y un báculo en cuyo extremo incrustaban una pesada
cruz de hierro macizo.
Un Romero a finales del Siglo XIX |
Vivían de la
limosna y aunque era de gran utilidad contra los espíritus también eran temidos
pues se creía que sus conjuros eran tan potentes que eran capaces de expulsar
al mismo Satanás del cuerpo de un gentilhombre.
Cuando
recibían limosna, cantaban alabanzas al Señor con voces átonas y completamente
macabras.
Se dice que
era un espectáculo terrorífico y dantesco.
Los romeros
obligaban a besar la parte alta de la cruz de hierro a los endemoniados y
ninguna podía resisitirse a sus órdenes.
Cuando el
Romero comenzaba el conjuro, se ataba fuertemente los zapatos y se anudaba los
dedos de las manos. De este modo cuando el atacado comenzaba a convulsionarse,
signo inequívoco de que el demonio se manifestaba, el Romero sabía que a imitación
de el mismo, el diaple iba salir a través de los pies y las manos del enfermo.
Los Romeros no utilizaban el Rituale Romanum |
Conforme
aumentaban los alaridos del endemoniado aumentaban los golpes del Romero contra
el suelo con pies y manos hasta que los zapatos y los nudos de los dedos
saltaban y esto significaba la total liberación del pobre espiritado.
Imaginaos la
locura y la histeria colectiva a cada nudo que saltaba de la mano del Romero,
significando con ello la expulsión de un demonio. Los gritos del poseso,
mezclados con los de horros de las mujeres, con los gritos del Romero, con los
cantos del resto de Romeros, con los rezos del párroco, con los cantos y bailes
de la gente, con el bullicio maléfico del gentío.
Digno
espectáculo que ahuyentaría a los demonios y sin duda… a los que no son demonios
también.
En plena acción |
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