La leyenda nos sitúa en el año 1667 en la legendaria población de Ricla.
Francisco Bedoya era un campesino de la zona. Humilde. Muy humilde. Trabajador.
A duras penas podía el hombre mantener a su familia ( nada más y nada menos constituida por él, su esposa y seis hijos ), y trabajaba de sol a sol.
Durante aquel verano y gracias a la "rebusca" había conseguido reunir una buena cantidad de aceitunas y se dispuso a convertirlas en buen aceite, como siempre se ha hecho en la zona.
Ricla |
Ya con el aceite y bien dispuesto a venderlo en la cercana localidad de Salillas, salió junto con uno de sus hijos en dirección al pueblo con un gran cántaro con el aceite al hombro.
Francisco estaba muy contento, pues con el dinero obtenido podrían pasar unos cuantos meses de apuro.
No duró mucho rato la felicidad, pues Francsco tropezó en el camino y el cá,taro, chocando unas rocas se rompió en mil pedazos derramándose el aceite por el campo.
El pobre Francisco desesperado, se encomendó a la Virgen. A la Virgen de Rodanas pues él sabía que sin el dinero de aquel aceite la familia no aguantaría el año.
La Virgen |
La Señora no tardó ni un segundo en interceder por el bueno de Francisco y cuando éste volvió a tomar el esa... el cántaro y todo su contenido estaban intactos !!
El milagro había ocurrido.
Padre e hijo volvieron a casa. No vendieron el aceite.
Regaló el cántaro al santuario de la Virgen en el año 1668. Para las lámparas.
Desde esa fecha en adelante, peregrinos llegados desde todos los rincones del mundo visitaron el santuario y fueron testigos de los numerosos milagros que el sagrado líquido lograba efectuar.
El aceite curaba la gota, la ceguera, la sordera, era capaz de recomponer huesos y sanar otros muchas dolencias.
Santuario de Rodanas |
Además de ungir a todos los enfermos y debotos que llegaban, el aceite era a su vez utilizado para el primer propósito para el que Francisco lo llevó, para llenar las lámparas.
Pues el caso es que desde su llegada en 1668 hasta su ( hay quien dijo ) misteriosa profamación para ritos quizás más oscuros, en el año 1700 el cántaro nunca se terminaba. El milagroso óleo parecía surgir de aquel recipiente como si de un cuerno de la abundancia se tratase.
Al final, tras 32 años de milagros, quizás la Virgen decidiera dejar de hacer manar aquel Maná.
Quizás se secó, quizás se agotó, quizás alguien se olvidó de rellenarlo...?
Nunca se sabrá. Llega hasta nuestros días como un milagro.
Como una leyenda.
El caso es que a día de hoy, al lado de la imagen de la Virgen de Rodanas, en el santuario, hay un pequeño nicho, una oquedad, con un misterioso cántaro de barro.
Cántaro de Rodanas |
Dedicada esta leyenda para los chicos del colegio Maestro Monreal de Ricla, pues ellos son los que me han puesto tras la pista de la misma y de muchas otras que ya estoy investigando.
Muy especialmente para los alumnos de Sexto.
Para Lucía, Lorena, Beatrice, Valentina, Andrei, José Antonio, Remus y Óscar.
A Ignacio Vera, por su gran trabajo.
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