Aunque pensemos que es algo que puede quedar tan lejos, no hay nada más allá
de la realidad.
Hay tarántulas en España. Y más especialmente en las áridas tierras de
nuestro Aragón. Las hay y las ha habido siempre.
Escondidas bajo los secarrales. Siempre atentas por si algún incauto decide
meter la mano en uno de esos agujeros que vemos en los campos y que no son otra
cosa que su morada.
Se cree que el primer caso conocido de Tarantulismo, se registró en Tarento,
Italia. En el año 1370.
Al picado por la tarántula, le sobreviene un intenso dolor.
Un inminente ataque de ansiedad y desasosiego y al rato, unas
impresionantes y casi inhumanas convulsiones y aspavientos, acompañadas de unos
espesos espumarajos expulsados violentamente por la boca del enfermo.
Muchas veces todo el pueblo se congregaba alrededor del enfermo. Asistían a
los espasmos como el que asiste a un macabro teatro de dolor y rabia.
Gotescas contorsiones y unas posiciones animalescas enrabietadas se
sucedían a continuación ante el improvisado público.
Se pensaba que la tarántula estaba maldita, que era un animal surgido de
las entrañas del atierra, desde el infierno.
Hubo quien dijo que eran el mismo diablo, el diaple.
Se pensaba realmente que los picados por la araña, los afectados por el
Tarantulismo, quedaban completamente espiritados.
Poseídos por mil demonios. ¡ Cómo si no, iban a adoptar esas extrañas formas
con su convulsionado y maltrecho cuerpo !
Convulsionado por el Tarantulismo |
Eso sí, había un rito.
Un rito que se vino practicando en toda la zona catalana y aragonesa hasta
prácticamente el pasado siglo.
Estirpes enteras de hechiceros cuyo poder se heredaba de padres a hijos,
podían curar a los endemoniados por la tarántula.
Estos poderosos bruxones, entonaban una extraña canción con sus humildes
instrumentos. Una extraña canción conocida hoy como la Tarantela Napolitana.
El ritmo iba variando pero sabemos que se basaba en un compas de seis por
ocho.
El afectado iba contorsionándose cada vez más terriblemente y expulsando el veneno a través del sudor y
los espumarajos, incluso llegando a orinarse encima en muchos de los casos y el
bruxon seguía tocando y tocando hasta que, exhausto, el poseído era liberado
del demonio de la terrorífica araña.
Los vecinos del pueblo una vez más habían asistido a lo que conocemos como
Tarantulismo. El terrorífico espectáculo según ellos creyeron, del poder del
diaple a través de una araña.
El del poder del bruxon a través de la música enigmática de su instrumento.
El veneno de la tarántula menos mal, hoy ya es bien conocido.
Gota de veneno en el colmillo de una tarántula española |
El pobre bicho a día de hoy, ya no es un agente llegado del infierno para
hacer enloquecer a hombres y mujeres pero… ojo, pues la tarántula sigue en
nuestros campos. Sigue en nuestros pueblos e incluso en nuestras ciudades y es
igual de peligrosa que antaño.
Se dice que, más de un campesino aragonés, para poder ganar un poco de
dinero con el espectáculo y entreteniendo a gentes más pudientes, llegó a dejarse picar por la tarántula, pues
es completamente imposible imitar los efectos de la picadura si no la has
padecido realmente.
La Tarantella napolitana nos queda como recuerdo de todo aquello. De toda
aquella tradición y no es otra cosa que la representación de los intentos de
espantar a una tarántula sin que ésta te pique.
Sin que su maligno influjo te posea.
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