Una de las más
tristes leyendas de nuestras montañas es la del Hombre Choto.
L´home Choto, el
hombre cabra.
Se llamaba Mamés y
se creía que era hijo de una pastora y de algún ser mitólogico, como un fauno o
uno de esos espíritus caprinos y paganos de nuestros bosques.
Hubo quien aseguró
que el padre de Mamés no era otro que el diaple. El mismo diablo.
El hombre choto se
crió con su madre en las montañas y al poco de nacer ya tenía todo el cuerpo
prácticamente cubierto de pelo. De un espeso pelo negro duro y brillante bajo
el sol.
A la vez que
aprendió a andar, adquirió una extraña habilidad. Mamés tenía la destreza de
trepar por los riscos con tanta pericia o incluso más que las cabras.
De ahí, le vino el sobrenombre
de Home Choto.
Leyendas sobre Hombres-Cabra, tenemos desde tiempos paganos |
Mamés era feliz con
su madre aunque tenía que cuidarse de esconderse del resto de habitantes de la
zona pues algunos se asustaban cuando lo veían y otros incluso le insultaban,
se reían de él o le lanzaban alguna pedrada.
Eran las muchachas
especialmente las que se reían de él y Mamés por eso se ocultaba de la gente.
En una ocasión,
bajando al rebaño hasta Molino de Villobas, Mamés se encontró con lo
inesperado.
Antes de llegar al
pueblo, en una fuente, se encontró con una joven. La más bonita que jamás el
había visto e intentó esconderse sabedor de que la muchacha se reiría de él.
A partir de aque
día, Mamés bajaría todas las tardes hasta los pueblos de abajo. Se acercaba a
la muchacha todo lo que podía siempre a escondillas y al anochacer, volvía a su
cueva y allí quedaba toda la noche recordando a su amada. Recordando su olor
que era como el de las flores recién abiertas.
En una de las ocasiones,
el hombre choto, tan absorto como estaba mirando a su amada hizo un chasquido
al pisar una rama y esta lo oyó.
La joven escuchó el sonido del frágil tronco y se giró, dándose tiempo a ver a Mamés
que de un gran salto, se ocultaba tras unas zarzas.
“¿ Por qué te
escondes ? No voy a hacerte nada ¿ Quién eres ?”
Preguntaba la joven
extrañada. El hombre choto salió de la zarza haciendo una estupenda cabriola y
la muchacha rió de buena gana.
Era la primera vez
que alguien no se burlaba ni se asustaba del aspecto de Mamés y este en ese
mismo instante se enamoró ciegamente de la joven.
Molino de Villobas |
Mamés acudía cada
día al encuentro de la muchacha y disfrutaba tan solo de estar a su lado.
Mamés dejó de cazar.
Mamés dejó a su rebaño. Lo soltó.
Tan solo quería
estar con ella. Por las noches, en la soledad de la cueva suspiraba pensando en
la muchacha y esperaba impaciente la salida del sol para correr a su lado.
Ella le proporcionó
aquellos días la comprensión que tan solo su madre le había dado.
Por vez primera en
su vida, Mamés era completamente feliz. Su alma estaba plenamente radiante.
Una madrugada, la
joven se marchó. Se marchó para siempre, pues su familia partía de la zona, y la muchacha decidió no
decirle nada a l´home choto, ni tan siquiera despedirse, para no causarle dolor.
Mamés buscó a la
doncella por todos los caminos. Por todas las cuevas de la Guarguera, por todos
los rincones del último de los bosques del lugar pero no halló ni tan siquiera
un pequeño rastro de su olor, Nada.
Había desaparecido
para siempre.
Se dice que Mamés
enloqueció.
Por las noches las
gentes de por allí, veían su silueta saltando de risco en risco como un animal.
Con la furia y la
fuerza de una bestia herida y una noche, no se sabe cómo, ocurrió lo que jamás
había ocurrido.
Mamés cayó al vacío
en uno de sus brincos imposibles.
No se supo si le
falló el pie pero el caso es que el hombre choto se precipitó al vacío desde lo
más alto del monte Canciás y se partió el cuello muriendo allí mismo.
Nunca jamás Mamés
había fallado un salto. Se dijo que que terminó voluntariamente con su vida al
no poder vivir con aquel dolor.
Los más crueles dijeron
que su padre, que el diaple, había ido a buscar su alma.
Monte Canciás. El último salto de L´home Choto de la Guarguera |
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