La leyenda nos sitúa en la localidad turolense de Cella. Y
para ser más exactos, en el siglo XII, en la Alta Edad Media aragonesa.
Una pareja de recién casados de la localidad, recibían la
noticia de que el joven esposo debía partir a la guerra para luchar al lado del
Batallador. El joven no pudiendo negarse y prometiéndole a sus esposa una
pronta vuelta al calor del hogar parte hacia la batalla y su esposa queda en la
casa.
Conforme pasaban los días y la muchacha esperaba ansiosa el
retorno de su amado, un viejo rico del pueblo iba cada vez aproximándose más y
más a la muchacha.
Ocurría que este viejo había estado enamorado de la joven
desde hacía años y era ahora cuando iba a aprovechar la ocasión.
El viejo insistió e insistió para que la muchacha se
acostase con él y la muchacha enfadada, amenazó al rico huraño con acudir a las
autoridades si continuaba con el acoso.
El viejo completamente irritado, agarró a la joven y la
despeñó contra unas piedras muriendo la pobre al instante.
Pasó un año y el joven esposo regresó a Cella percatándose
de lo ocurrido.
El pobre muchacho creyó morir de pena cuando le contaron lo
sucedido y apareciendo en casa del viejo, lo arrastró hasta el lugar donde se
había cometido el vil asesinato y lo mató con sus propias manos.
El lugar donde ocurrieron estos hechos pasó a quedar maldito
para siempre.
Quedó maldito y espiritado aquel enclave de tal modo, que
los vecinos tuvieron que construir allí mismo un pequeño templo consagrado para
intentar acabar con aquella maldición pero misteriosamente, las piedras que se
colocaban durante el día, eran furiosamente arrancadas durante la noche por
unas manos invisibles.
Historias de fantasmas y aparecidos por todo Aragón |
Un sabio peregrino que hizo noche en una ocasión en Cella,
oyendo lo sucedido, opinó que el agua bendita podría acabar con los problemas
que ocasionaba esta posible ánima errante. Los vecinos tomaron a bien el
consejo del nómada y avisando al párroco del lugar, un Domingo por la mañana,
el paraje quedó bendecido.
Por la noche apareció el ánima. Era por supuesto el maldito
espíritu del viejo asesino que, al estar el enclave bendecido, nada podía hacer
y se dedicó a vagar alrededor del templo durante la noche sin poder derribar piedra
alguna.
De repente y sin
previo aviso, una fabulosa tormenta se concentró en torno a la población.
Parecía que un ejército de bruxones había conducido aquella tempestad
hasta Cella pues nunca en la vida se volvió a ver una tormenta como aquella.
A mitad de la noche un rayo cayó justo encima del espíritu
errante del viejo maldito mandándolo para siempre al infierno de donde jamás debió
salir.
En el mismo lugar donde cayó el rayo, comenzó a manar agua y
la tormenta cesó. De repente.
Tan repentinamente como había venido.
Tal fue la cantidad de agua que brotó y sigue brotando de
aquel agujero ocasionado por el rayo que hoy en día el enclave es la conocida
Fuente de Cella, una de las más amplias y profundas del mundo.
La espectacular Fuente de Cella |