Esconjuramiento

Santa Bárbara bendita.
Que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita.
Líbrame de las centellas y del rayo que crepita.

Esconjuramiento aragonés. Popular

domingo, 18 de febrero de 2018

El Tarantulismo en Aragón



Aunque pensemos que es algo que puede quedar tan lejos, no hay nada más allá de la realidad.
Hay tarántulas en España. Y más especialmente en las áridas tierras de nuestro Aragón. Las hay y las ha habido siempre.
Escondidas bajo los secarrales. Siempre atentas por si algún incauto decide meter la mano en uno de esos agujeros que vemos en los campos y que no son otra cosa que su morada.
Se cree que el primer caso conocido de Tarantulismo, se registró en Tarento, Italia. En el año 1370.
Al picado por la tarántula, le sobreviene un intenso dolor.
Un inminente ataque de ansiedad y desasosiego y al rato, unas impresionantes y casi inhumanas convulsiones y aspavientos, acompañadas de unos espesos espumarajos expulsados violentamente por la boca del enfermo.
Muchas veces incluso, la propia muerte.

Característica picadura de la tarántula española
Muchas veces todo el pueblo se congregaba alrededor del enfermo. Asistían a los espasmos como el que asiste a un macabro teatro de dolor y rabia.
Gotescas contorsiones y unas posiciones animalescas enrabietadas se sucedían a continuación ante el improvisado público.
Se pensaba que la tarántula estaba maldita, que era un animal surgido de las entrañas del atierra, desde el infierno.
Hubo quien dijo que eran el mismo diablo, el diaple.
Se pensaba realmente que los picados por la araña, los afectados por el Tarantulismo, quedaban completamente espiritados.
Poseídos por mil demonios. ¡ Cómo si no, iban a adoptar esas extrañas formas con su convulsionado y maltrecho cuerpo !

Convulsionado por el Tarantulismo
Eso sí, había un rito.
Un rito que se vino practicando en toda la zona catalana y aragonesa hasta prácticamente el pasado siglo.
Estirpes enteras de hechiceros cuyo poder se heredaba de padres a hijos, podían curar a los endemoniados por la tarántula.
Estos poderosos bruxones, entonaban una extraña canción con sus humildes instrumentos. Una extraña canción conocida hoy como la Tarantela Napolitana.
El ritmo iba variando pero sabemos que se basaba en un compas de seis por ocho.
El afectado iba contorsionándose cada vez más terriblemente  y expulsando el veneno a través del sudor y los espumarajos, incluso llegando a orinarse encima en muchos de los casos y el bruxon seguía tocando y tocando hasta que, exhausto, el poseído era liberado del demonio de la terrorífica araña.
Los vecinos del pueblo una vez más habían asistido a lo que conocemos como Tarantulismo. El terrorífico espectáculo según ellos creyeron, del poder del diaple a través de una araña.
El del poder del bruxon a través de la música enigmática de su instrumento.
El veneno de la tarántula menos mal, hoy ya es bien conocido.

Gota de veneno en el colmillo de una tarántula española
El pobre bicho a día de hoy, ya no es un agente llegado del infierno para hacer enloquecer a hombres y mujeres pero… ojo, pues la tarántula sigue en nuestros campos. Sigue en nuestros pueblos e incluso en nuestras ciudades y es igual de peligrosa que antaño.
Se dice que, más de un campesino aragonés, para poder ganar un poco de dinero con el espectáculo y entreteniendo a gentes más pudientes, llegó a dejarse picar por la tarántula, pues es completamente imposible imitar los efectos de la picadura si no la has padecido realmente.
La Tarantella napolitana nos queda como recuerdo de todo aquello. De toda aquella tradición y no es otra cosa que la representación de los intentos de espantar a una tarántula sin que ésta te pique.
Sin que su maligno influjo te posea.


domingo, 11 de febrero de 2018

El pastor-cucharero



La memoria de los montañeses ha conservado fabulosas historias sobre seres míticos y mágicos.
La leyenda del cucharero es una de las más tristes de toda la zona pirenaica.
El hombre era un pastor del pueblo viejo de Canfranc. La vida del pastor era dura y peligrosa y no se podía faltar en ningún momento a la cita con la trashumancia.
En cuanto llegaban los fríos, los pastores raudos bajaban al Sur, donde la nieve desaparecía antes.
Un año, cuando Damián partió, su mujer le advirtió que a su regreso encontraría nuevo ganado.
Cuán grande fue la sorpresa de este cuando al volver a casa, meses después, se encontró con… ¡ un heredero !
Un hijo, precioso y lozano.

Trashumancia en toda la zona pirenáica

La mujer estaba esperando para bautizarlo aunque el párroco de la localidad había insistido para bautizarlo cuanto antes.
El pastor escogió llamar al pequeño con un nombre tradicional en la familia. Como se había llamado su padre.
De este modo  -pensó el hombre- el alma de su abuelo probablemente le sirva de ángel de la guarda
Se pasó el buen tiempo como una auténtica exhalación y para cuando llegaron de nuevo los primeros fríos, el pastor comunicó que no deseaba bajar a los valles a hacer la trashumancia.
Que quería celebrar las Navidades con su familia. Con su mujer y con su hijo. Como todo hijo de vecino.
El más veterano de los pastores, amenazó al pastor incluso con echarle del gremio.
Los otros pastores le decían que estaba loco y las mujeres, le daban a entender que era un mal padre y esposo.
Nuestro protagonista no había estado ocioso durante el verano y, a golpe de navaja y paciencia, había estado tallando montones de cazos y cucharas de madera de boj.
Auténticas obras maestras artesanales.

Típica artesanía aragonesa

Es así que, tal y como llegaron los fríos y los pastores bajaron a las tierras planas, él se dedicó a vender su mercancía con el fin de poder pasar las Navidades junto con su familia.
Llegó el día de Nochebuena y la verdad es que nuestro amigo había vendido más bien poca cosa.
Se le ocurrió que a lo mejor, pasando a Francia, podría allí vender algo más y nada más pensarlo, se encaminó hacia el país gabacho.
Partiendo justo antes de que saliese el sol, y con la ayuda de su gayato de pastor, llegó a Francia al mediodía y comenzó a vender. Tenía que haberlo pensado antes nuestro amigo pues resultó que las ventas en el país vecino estaban siendo fenomenales y la gente le quitaba prácticamente el producto de las manos.
Poco antes de caer la noche, el pastor, se encaminó de nuevo en dirección a Canfranc.
Era hombre curtido en los montes y conocía tanto el camino como las estrellas y partió sin miedo.
Cuando llegó el hombre a la cima del puerto, algo ocurrió.
La noche ya era cerrada y la oscuridad casi total. Tan solo la luna y las estrellas iluminaban con su reflejo la superficie negra de las aguas del ibón.
Todo era muy excepcional pues una extraña voz, parecía provenir de todos y ningún sitio a la vez.
La voz se convirtió casi en un coro de voces. Una multitud de dulce voces que parecían provenir del interior del ibón.
Parecía imposible pero lo cierto es que nuestro protagonista nada podía hacer para resistirse a la voz de aquellas misteriosas sirenas.
¿ Serían las encantarías de los lagos ? Aquellas sobre las que tantas leyendas él había escuchado en las noches pastoriles a la luz de la fogata y la luna llena.

Mucho ojito con las encantarias de los ibones !

El pastorcillo no pudo más que ir bajando en dirección a las oscuras aguas del lago. Incluso la mochila con los pocos enseres que le quedaban sin vender cayó al suelo y fueron los cazos y cucharones rodando montaña abajo.
Ven…

Ven con nosotras, ven…”
Le decían las voces ahora provenientes del fondo del ibón con toda seguridad.
El hechizo de aquellas moricas, de aquellas fades, era tan poderoso que el pobre mozo se arrojó a la lóbrega profundidad del lago y aquella fue su tumba.
Pues nunca ya jamás se supo nada del pobre hombre.
Hay quien cuenta como paseando por esta zona de los pirineos, ha podido encontrar semienterrada, algún cuchara de madera de boj.
Quién sabe.

Ibón de Bernatuara

domingo, 4 de febrero de 2018

El Abad de Alquézar



No podemos asegurar exactamente la ubicación en el tiempo de esta leyenda.
Sabemos que el Abad de Alquézar era un hombre de mediana edad, enjuto y seco como una rama y con una mirada realmente sombría y entristecida.
Un joven campanero se entrevistó con él una tarde, pues sus servicios eran requeridos en la colegiata.
El abad, le adelantó el sueldo de una semana y le indicó cual era su habitación en una casa cercana a la abadía.
Tan solo le dijo “Mañana hablaremos con más calma, esta noche descansa”.
No le indicó nada sobre horarios de las misas ni los toques ni las condiciones de trabajo y el muchacho se marchó a descansar.
Para el joven, las campanas podían decirse que eran seres vivos. El maestro campanero le había enseñado a entenderlas, a dominarlas, a amarlas. A llamar a cada una por su nombre ( siempre con nombre de mujer ) y estaba ansioso por conocer la campana principal de la Colegiata.
Subió por la noche. Tenía tantas ganas de verla que se adentró dentro de la iglesia por una portezuela y subió a lo más alto de la torre.

Imponente Alquézar con la Colegiata al fondo

Allí estaba la gran campana de Santa María. Era grandiosa.
Era bella como tan solo podían ser las campanas de las puertas del cielo.
En ese mismo momento el padre abad apareció y l sobresaltando al muchacho le dijo:
Hijo mío. Aléjate de la campana encantada. Pues a ésta no le gustan las manos humanas
Y sacando al muchacho de la torre, desapareció entre las sombras de la abadía.
El joven campanero ya sabía que las campanas siempre habían estado estrechamente relacionadas con el mundo sobrenatural. Que las ondas que emitían al ser tocadas podían contactar con el mundo del más allá.
Conocía leyendas sobre campanas que tocaban solas.
¿ Sería este el caso ?
¿ Se encontraba el mozo realmente ante una campana encantada ?
Con estas conjeturas, el chico se acostó y se durmió profundamente.
Tuvo el chico algunos sueños perturbadores. Soñó con su maestro, el viejo campanero del Monasterio de Sigena.
En el sueño, el viejo le decía al muchacho que el fin por el que nacieron las campanas era el de alejar a los malos espíritus del lugar donde hubiese una de ellas y fuese correctamente tocada.
Al día siguiente y tras reunirse con el párroco, con Don Pedro, nada pudo concretar, pues el abad había marchado por la mañana precipitadamente para encargarse de un asunto urgente y no regresaría hasta el día siguiente.
El joven tuvo que esperar un día más.
La impaciencia pudo con él y se metió en la iglesia al anochecer para estrenarse con el toque de campana de media noche.
El toque que sobresalta a los soñadores. El toque que orienta a los que se han perdido en el bosque. El toque que espanta a las ánimas que errantes vagan por los montes. Uno de los toques de campana más complicados de todos.
Faltaba más o menos una hora para la media noche y la campana, misteriosamente… comenzó a tocar y tocar.
El joven subió apresuradamente los largos escalones del campanario.
¿ Podría ser que el anterior campanero, despechado estaba intentado dejar en mal lugar al nuevo trabajador ?
El mozo no iba a permitirlo y llegó a lo alto de la torre en un santiamén.
El toque de aquella campana era nuevo para él. Era un toque desgarrador, enormemente triste.
Dotado de una técnica desconocida para él. Parecía la mismísima campana de la agonía.
Era un toque oscuro, de muerte y de llanto.
Pero eso no era lo peor de todo.
Lo peor del caso es que allí arriba no había absolutamente nadie.
Ningún campanero estaba dando aquel toque.
La campana tocaba y volteaba sin cesar, casi con desesperación.

La campana encantada de Alquézar

La vela del mozo se apagó y en ese mismo instante, una sombra, cien veces más oscura que todas las sombras del lugar se apareció ante el mancebo.
El abad en forma fantasmagórico apareció ante sus ojos.
La túnica ondeaba ligeramente y la mirada del fantasma se cruzó con la del muchacho.
Te dije que no subieras. Abad fui de esta abadía y estaré pagando por mis pecados hasta el fin de los siglos. Mi llanto tocará esta campana hasta el fin de los siglos”.
A cada frase del fantasma, un nuevo toque de campana rubricaba la locución del abad.
El mozo huyó del lugar y no regresó jamás.
Se dijo que aquel abad había sido maldito tras caer en el pecado carnal con una bruja que una noche casi incorpóreamente, se apareció en su celda.
Haciendo averiguaciones años más tarde, el joven descubrió que nunca jamás en la abadía había habido un párroco que se llamase Don Pedro.
¿ Con quién había estado hablando aquel día… ?
¿ Cuántos fantasmas habitarían realmente la colegiata de Alquézar ?
Nunca se sabrá.

domingo, 28 de enero de 2018

La fuente de Cella



La leyenda nos sitúa en la localidad turolense de Cella. Y para ser más exactos, en el siglo XII, en la Alta Edad Media aragonesa.
Una pareja de recién casados de la localidad, recibían la noticia de que el joven esposo debía partir a la guerra para luchar al lado del Batallador. El joven no pudiendo negarse y prometiéndole a sus esposa una pronta vuelta al calor del hogar parte hacia la batalla y su esposa queda en la casa.
Conforme pasaban los días y la muchacha esperaba ansiosa el retorno de su amado, un viejo rico del pueblo iba cada vez aproximándose más y más a la muchacha.
Ocurría que este viejo había estado enamorado de la joven desde hacía años y era ahora cuando iba a aprovechar la ocasión.
El viejo insistió e insistió para que la muchacha se acostase con él y la muchacha enfadada, amenazó al rico huraño con acudir a las autoridades si continuaba con el acoso.
El viejo completamente irritado, agarró a la joven y la despeñó contra unas piedras muriendo la pobre al instante.
Pasó un año y el joven esposo regresó a Cella percatándose de lo ocurrido.
El pobre muchacho creyó morir de pena cuando le contaron lo sucedido y apareciendo en casa del viejo, lo arrastró hasta el lugar donde se había cometido el vil asesinato y lo mató con sus propias manos.
El lugar donde ocurrieron estos hechos pasó a quedar maldito para siempre.
Quedó maldito y espiritado aquel enclave de tal modo, que los vecinos tuvieron que construir allí mismo un pequeño templo consagrado para intentar acabar con aquella maldición pero misteriosamente, las piedras que se colocaban durante el día, eran furiosamente arrancadas durante la noche por unas manos invisibles.

Historias de fantasmas y aparecidos por todo Aragón

Un sabio peregrino que hizo noche en una ocasión en Cella, oyendo lo sucedido, opinó que el agua bendita podría acabar con los problemas que ocasionaba esta posible ánima errante. Los vecinos tomaron a bien el consejo del nómada y avisando al párroco del lugar, un Domingo por la mañana, el paraje quedó bendecido.
Por la noche apareció el ánima. Era por supuesto el maldito espíritu del viejo asesino que, al estar el enclave bendecido, nada podía hacer y se dedicó a vagar alrededor del templo durante la noche sin poder derribar piedra alguna.
 De repente y sin previo aviso, una fabulosa tormenta se concentró en torno a la población.
Parecía que un ejército de bruxones había conducido aquella tempestad hasta Cella pues nunca en la vida se volvió a ver una tormenta como aquella.
A mitad de la noche un rayo cayó justo encima del espíritu errante del viejo maldito mandándolo para siempre al infierno de donde jamás debió salir.
En el mismo lugar donde cayó el rayo, comenzó a manar agua y la tormenta cesó. De repente.
Tan repentinamente como había venido.
Tal fue la cantidad de agua que brotó y sigue brotando de aquel agujero ocasionado por el rayo que hoy en día el enclave es la conocida Fuente de Cella, una de las más amplias y profundas del mundo.

La espectacular Fuente de Cella