En un pueblecito cercano a Borja también se sufrieron en
aquella época los ataques de un misterioso fantasma.
Una de las vecinas, la Tía Pelagatos fue la primera en
verlo.
Y se encargó como buena vecina que era de advertir a toda la
comunidad de lo terrorífico que era el ser y lo poderoso pues se desplazaba a
una velocidad increíble flotando por la carretera sin tan siquiera tocar el
suelo.
Hace algunos años nadie sabía diferenciar un fantasma auténtico... |
Pronto otros vecinos lo vieron también y el estupor y el
miedo de la comunidad fue creciendo.
Ni tan siquiera las plegarias y esconjuros del párroco
podían con el sobrenatural ente pues este seguía apareciendo a susa anchas
cuando le venía en gana y vagando por la carretera arriba y abajo, se paseaba
un rato y luego tan misteriosamente como había llegado… se marchaba.
Lo más misterioso del caso era que cada noche, tras la
visita del fantasma, a uno le faltaban los tomates, a otro cuatro gallinas, a
otro alguna sandía.
El Alcalde y todos los reunidos en asamblea dictaminaron que
era muy extraño que nadie saliera a robar por las noches mientras el fantasma
estaba al acecho a no ser que… fuese el mismo fantasma.
Aunque también se dictaminó que los fantasmas no necesitan
tomates ni cebollas ni sandías, a no ser que… no sean fantasmas.
Un grupo de valientes, montó guarda cada noche, ocultos
tras unos matojos en la orilla de la carretera hasta que apareció el fantasma a
los pocos días, que resulto no ser otra que la misma Tía Pelagatos.
...de uno falso ! |
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