Esconjuramiento

Santa Bárbara bendita.
Que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita.
Líbrame de las centellas y del rayo que crepita.

Esconjuramiento aragonés. Popular

domingo, 10 de septiembre de 2017

Los amantes de Teruel



La leyenda nos habla sobre dos enamorados.
Juan Diego Martínez de Pataculia se enamoró perdidamente de Isabel de Segura, la preciosa hija de Don Pedro de Segura.
Preciosa y única y Don Pedro, con su alta posición desde luego, no iba a permitir que su hija se casase con un cualquiera.
Don Pedro despreciaba a Juan Diego por su pobreza. El muchacho era humilde y trabajador, y de gran corazón pero… no tenía ningún dinero y Don Pedro era una de las personalidades más acaudaladas de Teruel.

Las momias de "Los amantes de Teruel"

Isabel también enamorada de Juan Diego le dijo que lo amaba. Que lo quería con todas sus fuerzas pero que sin el consentimiento de sus padres, no se casaría.
Fue en ese momento cuando Juan Diego le hizo prometer una cosa a su amada:
Si en verdad me amas Isabel, guárdame tu amor durante cinco años. Tan solo te pido eso. Y al cabo de los mismos, yo regresaré con tanto dinero que tu padre suplicará que me case contigo
Isabel le hizo la promesa a su amado y le esperó.
Juan Diego cruzo mares y océanos y trabajó de soldado y de sirviente, de todo lo que pudo con tal de ganar dinero y poder ahorrar por su amor.

Todos los años se representa la tragedia en la ciudad

El padre de Isabel, instaba a esta a casarse con algún buen mozo pero ella le iba dando excusas.
Tanto insistió su padre que Isabel le contó al mismo que ella había votado virginidad hasta los veinte años y éste, como la quería respetó su decisión.
Al cumplir los veinte es precisamente cuando regresaría Juan Diego así Isabel no tendría ya que preocuparse, este era el plan de la moza.
Y pasaron los cinco años. Y resultó que Juan Diego a costa de todo su esfuerzo e ilusiones, consiguió ahorrar la totalidad de cien mil sueldos. Trabajando por mar y por tierra. Sin descansar. El esfuerzo había valido la pena, ahora había que regresar.
El padre de Isabel insistía todos los días.
Isabel, hija mía. Han transcurrido ya los cinco años de tus votos, tienes que casarte antes de que te hagas vieja
Isabel apesadumbrada veía que su amado no regresaba, que ni tan siquiera había dado ni una señal de vida y, convencida de que habría encontrado un amor correspondido y menos injusto que el de ella, decidió contraer matrimonio con uno de los muchachos propuestos por su padre.

Detalle de "Los amantes de Teruel" de Antonio Muñoz Degrain

Diego regresó tarde pues Isabel ya estaba casada.
Y, colándose en su casa, se puso tras el lecho y le dijo:
Por favor Isabel. Tan solo una vez. Pero bésame, que me muero
Isabel emocionada y asustada y siempre fiel, le contestó:
No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si a Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí”
Don Diego replicó:
Isabel, bésame que me muero
Y la muchacha le contestó:
No. No quiero
Y en ese mismo momento, Juan Diego murió. Allí mismo. A los pies de la cama.
El marido de Isabel al despertar, preguntó a ésta lo ocurrido y cuando ella se lo contó le preguntó:
Por el amor de Dios, ¡¿ cómo no lo has besado !?”
Y ella le contestó:
Por no faltar a mi marido
El marido se emocionó tanto que le dijo a Isabel:
Ciertamente, como Juan Diego decía, eres digna de alabanzas
Acordaron sacar al pobre Juan Diego de la casa pues la gente podía pensar que el pobre marido en un arrebato había matado al muchacho, nada más lejos de la realidad.
Lo llevaron a la casa de loa padres de Isabel y desde allí, y una vez contado el drama se procedió al entierro del pobre Diego.
Antes del funeral y con el beneplácito de su marido, Isabel fue a darle al fallecido Diego el beso que en vida le había negado. Y tan apasionadamente fue aquel beso que una vez realizado, Isabel murió sobre el cadáver de Diego.
El marido de Isabel contó a todo el mundo lo sucedido y se acordó enterrarlos juntos.
Juntos para siempre los que en vida no pudieron hacerlo.


Los amantes, en su propio museo

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