Esconjuramiento

Santa Bárbara bendita.
Que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita.
Líbrame de las centellas y del rayo que crepita.

Esconjuramiento aragonés. Popular

domingo, 13 de agosto de 2017

La Torre de Doña Blanca



Encontramos la “Torre de Doña Blanca” en Albarracín.
Doña Blanca de Navarra, hermana del rey de Aragón no mantenía lo que se podría llamar una relación cordial con su cuñada la reina.
Tomó la sabia de cisión de abandonar la corte y a su paso por Albarracín se quedó en la ciudad a pasar la noche.
La infanta se hospedó en el palacio de la familia Azagra que la acogieron de muy buena gana y la trataron como ella merecía.
Como a una auténtica reina.

Palacio de los azagra en Albarracín

Tan bien estuvo la infanta con los Azagra que decidió quedarse un tiempo en el palacio.
El caso es que el tiempo fue pasando y nada se sabía de ella.
Doña Blanca no salía de casa, nadie hablaba de ella, los Azagra tampoco comentaban nada…
Y un día de supo que la infanta ya no se hallaba en la casa solariega.
¿ Cuánto tiempo hacía que se fue ?
¿ Porqué la familia no decía nada ?
Lo cierto es que los Azagra nunca contaron nada y de Doña Blanca tampoco se supo nada.
Al pie de las murallas de Albarracín hay una torre perteneciente a esta familia, que casualmente fue bautizada como “Torre de Doña Blanca”
Hay quien piensa desde hace siglos que la infanta murió de pena y los Azagra la enterraron en el interior de la atalaya.

Torre de Doña Blanca

También hay quien ha podido contemplar cómo en noches de luna llena se puede observar el espíritu de una mujer que sale del interior de la torre y desciende hasta el rio Guadalaviar.
¿ Será el fantasma de Doña Blanca ?
¿ Moriría de pena realmente ? Pues las teorías más conspiranóicas  nos indican que cuando uno no se lleva bien con un rey o reina… pueden ocurrir accidentes.

domingo, 6 de agosto de 2017

La cueva de la Cantamora en Tramacastilla



La leyenda nos sitúa en Tramacastilla de Teruel. Durante la época de la reconquista.
Se dice que a la cueva, bajaba todas las mañanas la hija del rey moro del Castillo de la Peña, situado en lo alto del monte.

Ruinas del castillo en lo alto de La Peña

La joven se lavaba y peinaba cada día en la orilla de la actual acequia.
Hasta que llegaron las tropas cristianas su vida transcurrió feliz.
Una mañana unos soldados descubrieron a la joven cantando a la orilla del agua y decidieron seguirla sigilosamente.
La joven regresó al castillo a través de la cueva por un secreto pasaje que muy pocos conocían.
Los soldados contándole al capitán lo sucedido ascendieron rápidamente y éste, convino tapar la salida de la cueva y someter al castillo a un asedio.

Interior de "La Cantamora"

Con el castillo rodeado los moros no tendrían más remedio que rendirse pues al no tener ya la salida secreta, nada podrían hacer para conseguir agua y alimentos.
Era más sencillo esto que entrar luchando a través del túnel y además de este modo se evitaban bajas en el ejército cristiano.
El efecto dio resultado. Los moros no se rindieron jamás pero murieron todos de hambre y de sed. Cuando los cristianos forzaron las puertas del castillo se encontraron con una inmensa ciudad-cementerio llena de cadáveres y enfermedad.
Se dice que aún hoy, puede escucharse cantar a la hija del rey desde el interior de la cueva, aunque son muy pocos los que se adentran en ella pues ha habido casos de misteriosas desapariciones en el interior de la misma.

En algunas leyendas las moricas o encantarias, pueden ser sustituidas en otras versiones por bellas sirenas

domingo, 30 de julio de 2017

El milagro de la eucaristía en Aguaviva



El caso corresponde a la Víspera de San Juan, noche mágica donde las haya, en el año 1475.
La iglesia parroquial de Aguaviva en Teruel, se halla bajo la advocación y protección de San Lorenzo y Santa Bárbara.
El párroco era Mosén Bartolomé Sanz.
Mosén Bartolomé, había consagrado una hostia muy grande y así de esta guisa, pensaba exhibirla al día siguiente durante la procesión del Corpus.
La recogió junto con tres hostias más pequeñas en una urnilla de plata, uno de los tesoros de la parroquia.

Iglesia parroquial de San Lorenzo

El Mosén se marchó  a casa y la iglesia quedó sola.
Pudo ser probablemente un accidente con algún cirio mal apagado pero el caso es que sobre las 10 de la noche, se declaró en la iglesia un incendio de tal magnitud que ni entre todo el pueblo pudieron sofocarlo y tan solo podían mirar cómo su iglesia se hacía cenizas y escombros.
Al día siguiente, cuando ya se pudo entrar, Mosén Bartolomé dedicó todo el día a buscar la cajita con las hostias, era lo único que le importaba y tres días estuvo el pobre hombre buscando sin éxito alguno.
A la mañana del tercer día, Mosén Bartolomé recibió la visita del vicario de La Ginebrosa, el cual había acudido con intención de consolarle.
Mosén Bartolomé estaba completamente agotado y se marchó a casa para atender a su invitado.
Pero dejó al monaguillo en las puertas de la ruinosa iglesia.
El cura no quería que nadie pudiese entrar dentro y llevarse las hostias y dejó al monaguillo encargado de no permitir la entrada a nadie bajo ningún concepto hasta que él  llegase por la mañana.
El monaguillo quedó al cuidado de la puerta y al poco de anochecer, llegaron antes él tres hombres.
El chico intentó impedirles la entrada pero le asustaron tanto y le parecieron realmente tan venerables que fue incapaz de frenarles el paso.
Los hombres no le hicieron caso y se echaron a reir, penetrando en el reciento. El monaguillo les siguió hasta el altar mayor.
En el momento en el que llegaban allí los tres hombres se tornaron tan blancos y resplandecientes que el monaguillo se asustó y salió corriendo a avisar al cura.
El cura de Aguaviva y el de La Ginebrosa, acudieron de inmediato y se encontraron con que los tres hombres ya no estaban. Habían desaparecido.
En cambio lo que sí que encontraron fue la gran hostia que Mosén Bartolomé había consagrado tres días antes.
La hostia con un borde plegado y, dentro del pliegue, las tres pequeñas hostias llenas de sangre.
El milagro se había producido.
Se piensa como afirmación popular,  que los tres hombres que penetraron aquella noche en la iglesia eran San Pablo, San Pedro y San Lorenzo.

Ostias sangrantes

domingo, 23 de julio de 2017

La reconquista de Aguilar de Alfambra



El pueblo de Aguilar de Alfambra como tantísimos en Aragón estaba conquistado por los musulmanes y los valientes caballeros cristianos por mucho que lo intentaban no podían recuperarlo.
El castillo de Aguilar era uno de los más imponentes y fuertes de la zona y era realmente complicado el poder tomarlo.
Los caballeros habían intentado asediar la plaza varias veces pero siempre sin éxito. El ejército musulmán estaba realmente muy bien preparado y nunca los guerreros cristianos se salían con la suya.
Un ingenioso guerrero cristiano, ideó un plan.
Ya que el ejército religioso contaba con tan pocos efectivos, harían que los musulmanes se asustasen.
En primer lugar, hicieron correr la noticia de que el rey, enviaba un poderoso ejército que aplastaría a los musulmanes de Aguilar.
El ejército moro, no hizo mucho caso de las habladurías pero estaba atento. Nunca se sabe.

Ruinas del castillo de Aguilar de Alfambra

Una noche, uno de los vigías pudo observar desde lo más alto de la torre cómo un inmenso ejercito, el más grande y formidable que jamás hubiese contemplado, se aproximaba subiendo por la ladera.
Cada soldado de los cristianos portaba una antorcha.
Malditos cristianos, habían esperado a atacar en una noche como aquella. Una noche sin luna. Sin ninguna visibilidad.
Tan solo las antorchas de cada guerrero se veían en aquella oscuridad total.
El alcaide del castillo subió a la torre para observar a los invasores.
El ejército cristiano era realmente formidable. A ojo de buen cubero, podría decirse que superaban al ejército musulmán en proporción de diez a uno, o más incluso.
Además se habían llegado preparados para un gran asedio pues entre los ruidos del entrechocar de las cotas de malla y las trompetas, podían escucharse el de los carneros, vacas y ovejas.
El alcaide, no viendo la necesidad de morir todos allí mismo, se rindió y, entregando las armas abrió los portones del castillo.

Las batallas entre moros y cristianos siempre han sido crueles

Ay amigos… tremenda sorpresa.
Los moros habían sido engañados.
El ejército cristiano era el de siempre, unos pocos hombres. Pero todos ellos habían atado un par de teas encendidas en las cabezas de los animales.
Un formidable ejército de vacas y cabras entraba al castillo todos ellos con teas sobre las cabezas.
En una noche tan cerrada como aquella los musulmanes no pudieron ver la argucia de los soldados cristianos y entregaron el castillo. Si tan solo se hubiesen esperado al alba, se hubiesen percatado del engaño, pero… así es la guerra.

De la época de estas leyendas nos llegan tradiciones como las de los "toros de fuego"