La leyenda nos habla sobre dos enamorados.
Juan Diego Martínez de Pataculia se enamoró perdidamente de Isabel de
Segura, la preciosa hija de Don Pedro de Segura.
Preciosa y única y Don Pedro, con su alta posición desde luego, no iba a
permitir que su hija se casase con un cualquiera.
Don Pedro despreciaba a Juan Diego por su pobreza. El muchacho era humilde
y trabajador, y de gran corazón pero… no tenía ningún dinero y Don Pedro era
una de las personalidades más acaudaladas de Teruel.
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Las momias de "Los amantes de Teruel" |
Isabel también enamorada de Juan Diego le dijo que lo amaba. Que lo quería
con todas sus fuerzas pero que sin el consentimiento de sus padres, no se
casaría.
Fue en ese momento cuando Juan Diego le hizo prometer una cosa a su amada:
“Si en verdad me amas Isabel,
guárdame tu amor durante cinco años. Tan solo te pido eso. Y al cabo de los
mismos, yo regresaré con tanto dinero que tu padre suplicará que me case
contigo”
Isabel le hizo la promesa a su amado y le esperó.
Juan Diego cruzo mares y océanos y trabajó de soldado y de sirviente, de
todo lo que pudo con tal de ganar dinero y poder ahorrar por su amor.
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Todos los años se representa la tragedia en la ciudad |
El padre de Isabel, instaba a esta a casarse con algún buen mozo pero ella
le iba dando excusas.
Tanto insistió su padre que Isabel le contó al mismo que ella había votado
virginidad hasta los veinte años y éste, como la quería respetó su decisión.
Al cumplir los veinte es precisamente cuando regresaría Juan Diego así
Isabel no tendría ya que preocuparse, este era el plan de la moza.
Y pasaron los cinco años. Y resultó que Juan Diego a costa de todo su
esfuerzo e ilusiones, consiguió ahorrar la totalidad de cien mil sueldos.
Trabajando por mar y por tierra. Sin descansar. El esfuerzo había valido la
pena, ahora había que regresar.
El padre de Isabel insistía todos los días.
“Isabel, hija mía. Han transcurrido
ya los cinco años de tus votos, tienes que casarte antes de que te hagas vieja”
Isabel apesadumbrada veía que su amado no regresaba, que ni tan siquiera
había dado ni una señal de vida y, convencida de que habría encontrado un amor
correspondido y menos injusto que el de ella, decidió contraer matrimonio con
uno de los muchachos propuestos por su padre.
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Detalle de "Los amantes de Teruel" de Antonio Muñoz Degrain |
Diego regresó tarde pues Isabel ya estaba casada.
Y, colándose en su casa, se puso tras el lecho y le dijo:
“Por favor Isabel. Tan solo una vez.
Pero bésame, que me muero”
Isabel emocionada y asustada y siempre fiel, le contestó:
“No
quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico
que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si a Dios no ha
complacido, tampoco me complace a mí”
Don Diego replicó:
“Isabel,
bésame que me muero”
Y la muchacha le contestó:
“No.
No quiero”
Y en ese mismo momento, Juan Diego murió.
Allí mismo. A los pies de la cama.
El marido de Isabel al despertar,
preguntó a ésta lo ocurrido y cuando ella se lo contó le preguntó:
“Por
el amor de Dios, ¡¿ cómo no lo has besado !?”
Y ella le contestó:
“Por
no faltar a mi marido”
El marido se emocionó tanto que le dijo a
Isabel:
“Ciertamente,
como Juan Diego decía, eres digna de alabanzas”
Acordaron sacar al pobre Juan Diego de la
casa pues la gente podía pensar que el pobre marido en un arrebato había matado
al muchacho, nada más lejos de la realidad.
Lo llevaron a la casa de loa padres de
Isabel y desde allí, y una vez contado el drama se procedió al entierro del
pobre Diego.
Antes del funeral y con el beneplácito de
su marido, Isabel fue a darle al fallecido Diego el beso que en vida le había
negado. Y tan apasionadamente fue aquel beso que una vez realizado, Isabel
murió sobre el cadáver de Diego.
El marido de Isabel contó a todo el mundo
lo sucedido y se acordó enterrarlos juntos.
Juntos para siempre los que en vida no
pudieron hacerlo.
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Los amantes, en su propio museo |