El Conde Bernardo de Ribagorza, Barón de Espés es el
protagonista de esta clásica leyenda aragonesa.
Tenía el hombre fama de tirano, desde luego.
Eran los tiempos en los que los aldeanos tenían que hacer
por supuesto todo lo que al señor del castillo o de la zona le viniera en gana
y el Barón de Espés tenía especiales apetencias y caprichos.
Si por ejemplo la baronesa necesitaba más criadas para las
faenas domésticas, cogían a una de las campesinas y ya está.
A trabajar de sol a
sol.
Cualquier apetencia que tenía aquel tirano, era cumplida al
momento por cualquiera de los súbditos.
El Barón pensaba ( como muchos ricachones de antes y de
ahora también ) que con sus limosnas al monasterio de Obarra ya tenía el cielo
ganado y por consiguiente aquí en la tierra, podía hacer lo que en gana le
viniese.
Localidad de Espés |
En una ocasión, en una de las frecuentes visitas al
monasterio se fijó en una preciosa novicia que estaba apunto de consagrarse a
dios.
Su malsana mente le dijo que la muchacha tenía que ser suya
y las visitas al monasterio comenzaron a ser diarias con tal de poder encontrarse
con la novicia.
La verdad es que el descontento tanto de los frailes y
monjas de los conventos vecinos como el de los lugareños colindantes fue in crescendo,
pues este intento de amorío, chocaba directamente contra todo lo sagrado y
decidieron acabar con aquel tirano de una vez por todas.
Una mañana, el Barón había salido a cazar en compañía de su
perra cazadora y su escopeta al hombro y una bruja de la comarca, conocedora de
la situación gracias a un aviso del mismo diaple, salió volando para avisar al
Barón.
Lo encontró en la fonda de Farrás de Espés. Asando una pieza
que acaba de cazar. Allí tranquilo junto a su perrita y su escopeta. La bruja
se acercó y le avisó:
Señor de Espés que a
Obarra vas.
A Obarra ves.
Pero a Espés…
…no tornarás mes.
El Barón confiado, rió de buena gana ante la vieja y con la
escopeta en una mano, y acariciando la testuz de su perra con la otra, le dijo
sonriente a la bruja:
Con la goseta que porto
y la escopeta que llevo
ni al mismísimo diaple
yo le tengo miedo.
Y dicho esto, se dirigió hacia el monasterio.
Monasterio de Obarra |
Decidido a darles una lección a aquellos religiosos que
jamás olvidaran.
Cuando llegó al Barón, se dio cuenta de su error demasiado
tarde. Era una emboscada y el que iba a recibir una lección sería él.
Todos los frailes del monasterio estaban esperándolo con
piedras y con sus mejores y más poderosos mastines.
Los perros se abalanzaron sobre el señor de Espés y lo
despedazaron allí mismo. De nada le sirvió la escopeta, de nada le sirvió la
perrita y de nada le sirvió la advertencia de la bruja.
Cuando la justicia se hizo presente en el lugar, nadie sabía
nada de lo acontecido allí.
Nadie.
Tampoco la justico tubo ganas de remover mucho. Se dictaminó
que las brujas del Turbón, habían sido las causantes de la terrible muerte del
Barón pues probablemente éste último tenía tratos y deudas con las poderosas
hechiceras y con esas artes… era mejor no entrometerse.
Legendaria bruxa en el Turbón |
Muy chula la leyenda. Gracias.
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