Una vieja leyenda, nos cuenta que el reino del Sobrarbe con
capital en Ainsa, estaba completamente asediado por los moros.
El rey Garci Ximénez, había accedido al trono en el año 716
y decidió atacar desde Ainsa, pues lo cierto era que estaba a punto de perder
la ciudad.
El ataque sería valeroso. Casi se puede decir que suicida
pues el maltrecho ejército de Ximénez tan solo constaba de trescientos
efectivos. Sin duda alguna, el rey prefería una muerte noble y valerosa que
vivir con la pérdida de la que sería la capital de su legendario reino (y
decimos legendario pues hay varios historiadores aragoneses que defienden la
teoría de que el reino del Sobrarbe jamás existió).
Una noche antes del ataque desesperado planeado por el rey,
este se fue a rezar a un monte cercano.
Mientras el rey imploraba a San Jorge para que les diese
fuerzas en la batalla y su mano no flaquease a la hora de dirigir a su ejército
contra uno casi diez veces superior, ocurrió lo inesperado.
Un milagro.
Una impresionante cruz roja, ígnea, apareció sobre la encima
bajo la que el monarca estaba rezando.
Flotando sobre el árbol. Alumbrando tenuemente la oscuridad
del entorno.
La impresdionante aparición |
El rey de inmediato comprendió el designo divino y partió
raudo hacia la ciudad.
La fortificación de la ciudad comenzó inmediatamente a la
mañana siguiente. Los soldados estaban realmente asustados pues veían que su
rey era capaz de conducirlos hacia una muerta segura al enfrentarlos contra el
poderoso ejército musulmán.
El rey concentró a toda su tropa y les explicó claramente lo
sucedido en la encina.
Los ánimos de aquellos soldados cristianos ardían con furia
renovada y su fuerza y valor parecían multiplicarse por momentos. Tal era el
coraje de aquellas gentes tras haber escuchado la historia de la cruz sobre la
encina que no veían el momento de comenzar la batalla y por fin, cuando se
abrieron las puertas de la ciudad y los trescientos hombres salieron al campo
de batalla, más bien parecían perros salidos desde el mismísimo infierno. La
furia de aquellos trescientos soldados no tuvo rival contra el poderoso
ejército musulmán. Los moros retrocedían ante la furia del enemigo y enseguida
comprendieron que la providencia o como quiera que lo llamasen, luchaba de
parte del ejército cristiano. Los cristianos sabían que su dios luchaba con
ellos y que no les iba a fallar. Jamás los moros se habían enfrentado a unos
enemigos como aquellos. Las armas musulmanas parecían no hacer efecto contra
los cristianos y el único modo de acabar con ellos era cortándoles la cabeza ya
que aunque les amputaras algún otro miembro los cristianos seguían luchando con
la misma furia.
A los pocos días, el ejército cristiano había exterminado a
la totalidad de los moros que se repartían entre los poblados próximos a
L´Ainsa.
Tras la batalla, el escudo del Sobrarbe fue la encina con la
cruz, llegando a tener tal importancia que directamente se colocó como uno de
los cuarteles del mismísimo escudo de Aragón.
La cruz cubierta. Monumento conmemorativo del hecho |