Esconjuramiento

Santa Bárbara bendita.
Que en el cielo estás escrita con papel y agua bendita.
Líbrame de las centellas y del rayo que crepita.

Esconjuramiento aragonés. Popular

domingo, 17 de junio de 2018

Basajaraun, el guardián del bosque.



El Basajaraun aragonés es también un arquetipo del hombre bárbaro, del hombre salvaje.
Podemos encontrar al Basajaraun en lo más profundo de los bosques de Ansó y Hecho aunque se cree que sus dominios llegan hasta el valle de Tena y alrededores.
Realmente el Basajaraun habita donde le place, pues los bosque son su imperio y es ahí donde vive y los protege por norma general de la mano del hombre. 

¡ El bosque aragonés necesita un protector, claro que sí !

En ocasiones harían falta muchos Basajaraunes en la Tierra ¿ verdad ?
Desde el Moncayo al Amazonas nos harían falta en realidad este gigante pues es él y no otro ser el que protege a todas las formas del bosque.
Este gigante es un ser temible. De gran tamaño y fortaleza. De despeinada, larga y enrevesada cabellera negra.
Se dice que una de sus pierna es humana y la otra de árbol o incluso… de oso. ¡ De Onso !
Siempre porta un gran garrote y es muy temido por pastores y lugareños porque aunque se sabe de ocasiones en las que ha intercedido para salvar a algún trashumante del ataque de lobos y osos y a protegido los ganados de la zona en incontables ocasiones, el Basajaraun es muy fácil de enojar y sus reacciones son totalmente impredecibles.
Se conocen casos de pastores que han vuelto a casa medio desangrados con una pierna arrancada tras un fortuito encuentro con el Basajaraun.
Puede ser la representación ancestral del espíritu de los bosques. Lo cierto es que es el protector del bosque y nunca jamás se le debe molestar pues las consecuencias... resultarían fatales.


Basajaraun

domingo, 10 de junio de 2018

¿ Una momia en Zaragoza ?



Lo normal sería encontrarlas en Egipto, ¿ no es así ?.
Bueno el caso es que se decía que en la iglesia de San Pablo había una momia. E incluso había quien aseguraba que si lo pedías, te la enseñaban.

LA momia

Se decía que se conservaba en perfecto estado y que pertenecía a un viejo clérigo. Estuvo conservada en la sala capitular de la iglesia. Y, encerrada entre un cristal se comenta que estuvo incluso iluminada.
Se dice que cercana a la plaza de Pilar, había a mediados del siglo XVII una casa llamada “Casa Solarras”.
Una noche, un cruel ladrón entró en ella y no se le ocurrió otra cosa que asesinar al dueño de la casa, un tal Señor Lancis.
El asesino, buscado por las autoridades, fue a refugiarse en la casa de un hijo de asesinado.
Este muchacho era un joven clérigo de alma pura y a pesar de estar hablando del asesino de su padre, perdonó los pecados al homicida e incluso le dio cobijo.
El hombre no castigó al asesino pero Dios si lo hizo pues ya sabemos que la justicia divina… es como es.
El rufián contrajo la lepra y aún así, fue cuidado hasta su último día por el joven clérigo.
Al final de sus días se dice que el clérigo fue muerto con olor a santidad y momificado. Y que suya fue la momia que durante tantos años pudo contemplarse en la iglesia de San Pablo.
¿ Aún estará la momia ? Eso tan sólo hay una manera de averiguarlo…

La prueba de la momia de San Pablo

domingo, 3 de junio de 2018

L´home choto de la Guarguera



Una de las más tristes leyendas de nuestras montañas es la del Hombre Choto.
L´home Choto, el hombre cabra.
Se llamaba Mamés y se creía que era hijo de una pastora y de algún ser mitólogico, como un fauno o uno de esos espíritus caprinos y paganos de nuestros bosques.
Hubo quien aseguró que el padre de Mamés no era otro que el diaple. El mismo diablo.
El hombre choto se crió con su madre en las montañas y al poco de nacer ya tenía todo el cuerpo prácticamente cubierto de pelo. De un espeso pelo negro duro y brillante bajo el sol.
A la vez que aprendió a andar, adquirió una extraña habilidad. Mamés tenía la destreza de trepar por los riscos con tanta pericia o incluso más  que las cabras. 
De ahí, le vino el sobrenombre de Home Choto.

Leyendas sobre Hombres-Cabra, tenemos desde tiempos paganos

Mamés era feliz con su madre aunque tenía que cuidarse de esconderse del resto de habitantes de la zona pues algunos se asustaban cuando lo veían y otros incluso le insultaban, se reían de él o le lanzaban alguna pedrada.
Eran las muchachas especialmente las que se reían de él y Mamés por eso se ocultaba de la gente.
En una ocasión, bajando al rebaño hasta Molino de Villobas, Mamés se encontró con lo inesperado.
Antes de llegar al pueblo, en una fuente, se encontró con una joven. La más bonita que jamás el había visto e intentó esconderse sabedor de que la muchacha se reiría de él.
A partir de aque día, Mamés bajaría todas las tardes hasta los pueblos de abajo. Se acercaba a la muchacha todo lo que podía siempre a escondillas y al anochacer, volvía a su cueva y allí quedaba toda la noche recordando a su amada. Recordando su olor que era como el de las flores recién abiertas.
En una de las ocasiones, el hombre choto, tan absorto como estaba mirando a su amada hizo un chasquido al pisar una rama y esta lo oyó.
 La joven escuchó el sonido del frágil  tronco y se giró, dándose tiempo a ver a Mamés que de un gran salto, se ocultaba tras unas zarzas.
“¿ Por qué te escondes ? No voy a hacerte nada ¿ Quién eres ?”
Preguntaba la joven extrañada. El hombre choto salió de la zarza haciendo una estupenda cabriola y la muchacha rió de buena gana.
Era la primera vez que alguien no se burlaba ni se asustaba del aspecto de Mamés y este en ese mismo instante se enamoró ciegamente de la joven.

Molino de Villobas

Mamés acudía cada día al encuentro de la muchacha y disfrutaba tan solo de estar a su lado.
Mamés dejó de cazar. Mamés dejó a su rebaño. Lo soltó.
Tan solo quería estar con ella. Por las noches, en la soledad de la cueva suspiraba pensando en la muchacha y esperaba impaciente la salida del sol para correr a su lado.

Ella le proporcionó aquellos días la comprensión que tan solo su madre le había dado.
Por vez primera en su vida, Mamés era completamente feliz. Su alma estaba plenamente radiante.
Una madrugada, la joven se marchó. Se marchó para siempre, pues su familia  partía de la zona, y la muchacha decidió no decirle nada a l´home choto, ni tan siquiera despedirse, para no causarle dolor.
Mamés buscó a la doncella por todos los caminos. Por todas las cuevas de la Guarguera, por todos los rincones del último de los bosques del lugar pero no halló ni tan siquiera un pequeño rastro de su olor, Nada.
Había desaparecido para siempre.
Se dice que Mamés enloqueció.
Por las noches las gentes de por allí, veían su silueta saltando de risco en risco como un animal.
Con la furia y la fuerza de una bestia herida y una noche, no se sabe cómo, ocurrió lo que jamás había ocurrido.
Mamés cayó al vacío en uno de sus brincos imposibles.
No se supo si le falló el pie pero el caso es que el hombre choto se precipitó al vacío desde lo más alto del monte Canciás y se partió el cuello muriendo allí mismo.
Nunca jamás Mamés había fallado un salto. Se dijo que que terminó voluntariamente con su vida al no poder vivir con aquel dolor.
Los más crueles dijeron que su padre, que el diaple, había ido a buscar su alma.


Monte Canciás. El último salto de L´home Choto de la Guarguera


domingo, 27 de mayo de 2018

El cadáver viajante




Se dijo en el año 42 del pasado siglo, que la policía había apresado a un hombre que viajaba con un muerto en las maletas.
 ¿ Cómo puede ser eso ? Un poco de investigación nos acerca al Heraldo de Aragón y encontramos enseguida la noticia. Es un hecho real.
En Noviembre de 1942, un agente de la Policía Nacional, inspeccionaba a un viajero del expreso Madrid-Barcelona. Al pasar por Zaragoza el policía pudo observar que las maletas de un individuo resultaban algo más sospechosas de lo normal pues estaban completamente envueltas en mantas y atadas con una gruesa liza.
El hombre se opuso pero ante la autoridad de la fuerza viva tuvo que mostrar el contenido de los bultos.

Nunca se sabe qué puede haber !

Dentro de las maletas había nada más y nada menos que un hombre cuidadosamente cortado en trozos y bien colocado entre el equipaje. El individuo resultó ser un mallorquín afincado en Madrid que tras una disputa había asesinado a su rival en una cuestión de amoríos y como no sabía cómo deshacerse del “muerto”, (nunca mejor dicho), lo partió, lo empaquetó y se lo llevaba para Barcelona.
Al final los dos se quedaron en el barrio de Torrero por lo que parece.
Uno en el cementerio y el otro… en la cárcel.

Cárcel de Torrero en los años 30