La leyenda nos cuenta que tanto un importante tesoro como un imponente toro de oro se ocultan bajo el suelo de la Ermita de San Sebastián en Lanaja.
La ermita está edificada sobre las ruinas del antiguo castillo musulmán. Castillo que casualmente se llamaba Castillo de Montoro. ¿ Qué bonitas son las casualidades, verdad ?
O quizás no existan, claro. Vaya usted a saber...
Iglesia y ermita de Lanaja. Antiguo castillo |
El tesoro junto con el toro, se encuentran en un pasadizo subterraneo dentro del enclave de cuevas de la localidad. Se saben dos cosas.
La primera que el tesoro es cuantioso en monedas de oro y joyas. Y la segunda, que el toro de oro aprisiona en su interior el espíritu de una doncella morica encantada.
Cuando Lanaja fue conquistada por las tropas cristianas por segunda vez se sabe que uno de los señores que entró al castillo tenía conocimiento tanto de la belleza de la princesa mora como de sus conocimientos en artes mágicas, pues la bella princesa conocía dos sortilegios que tan solo podría usar en caso de extrema necesidad.
La espectacular belleza de las moricas aragonesas |
El guerrero halló a la princesa rezando en la mezquita y ésta, con un cofre de oro bajo el brazo, se adentró en los pasadizos subterráneos del castillo.
El soldado cristiano la persiguió en la oscuridad animado tanto por la belleza de la muchacha como por la belleza del cofre lleno de oro que la princesa trataba de ocultar.
Tras varios recobecos y mucha insistencia, el soldado logró arrinconar a la princesa y ella, sin pensárselo dos veces utilizó el primer sortilegio que guardaba para un caso de necesidad como el que acontecía.
Pronunció unas mágicas palabras en un idioma incomprensible para el soldado y de inmediato se transformó en un inmenso toro negro.
Oro y más oro |
La formidable princesa-toro, acometió contra el desdichado soldado quien girando sobre sí mismo y sin ninguna gana ya de conquistar a la muchacha ni de tomar el cofre, escapó raudo hacia la superficie mas la desdichada princesa ya no podía reconvertirse en mujer pues así lo dictaba el poderoso hechizo.
La muchacha quedó atrapada por siempre en el laberinto subterráneo y sus mugidos se escuchaban tras las paredes de la fortaleza.
Un día, uno de los señores del castillo decidió entrar a buscar el tesoro y atrapar al formidable toro de los pasadizos. La princesa-toro no tardó en verse acorralada por varios enemigos y sin dudarlo, conjuró el segundo hechizo. El hechizo que la convertiría en un toro de oro macizo con el fin de que no la atraparan con vida.
Tan solo uno de los soldados salió con vida de los pasadizos pues estos comenzaron a derrumbarse sepultando bajo tierra los cuerpos de los soldados cristianos, el tesoro y el maravilloso toro de oro.
El magnífico toro de oro |